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Designio de sangre

Vivir para cantarla: Los Gajos de Pinono y raíz de Oro

César, Eduardo y Darío, "Los Gajos de Pinono", son un eslabón en una familia de músicos que promete perpetuarse por generaciones. Los tres hermanos son hijos de Alfonso César Oro. Su historia de talento y legado insoslayable, contada como nunca antes.

Por Viviana Pastor

Listos para cosechar laureles de victoria con la música cuando apenas eran adolescentes, César, Eduardo y Darío Oro pisaron por primera vez un “escenario” en 1989, tenían 18, 17 y 13 años. Los habían invitado a cantar en un acto escolar, en el barrio SMATA, escuela donde su prima hermana era profesora de música.

“Íbamos con toda la ilusión de triunfar, hasta habíamos ensayado que hacer arriba del escenario. Cuando llegamos nos enteramos que no había sonido ni escenario, tuvimos que cantar a capela entre las mesas, y había 100 adultos y 400 niños”, recordó Eduardo Oro.

Destino, herencia, familia, sangre, talento, legado insoslayable. Todo parece conjugarse en la familia de los Oro, autores y cantores de folclore cuyano desde hace más de 100 años.

Los Gajos de Pinono son un eslabón en una familia de músicos que promete perpetuarse a través de sus hijos. Los tres hermanos son hijos de Alfonso César Oro, al que todos conocían como Pinono, quien formó junto a sus hermanos Guri y Osvaldo el conjunto los Gajos de Oro.

Su abuelo era Raúl Oro, músico pocitano autodidacta, en cuya casa recibió a las figuras más selectas del folclore nacional y local, y a quien le decían “el patriarca del folclore”.

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Raúl Oro,

Raúl Oro, "el patriarca del folclore".

“Su casa que es historia

y verdad

sabe a lo que se fue

de San Juan

antiguas tradiciones

que siempre añoro

y que están en su casa

Don Raúl Oro”

(Cueca de Saúl Quiroga, “A Don Raúl”).

En la casa de Pinono había siempre dos guitarras sobre la mesa, listas para los personajes que llegaban todos los días a visitarlo, como Minguez Barboza que era vecino, o el “Gordo” Páez Oro.

Pinono tenía un humor y una chispa que lo hacían destacar entre sus 9 hermanos.

En este ambiente, los tres hijos de Pinono habían escuchado todo el cancionero cuyano desde la panza de su mamá Luisa. Obviamente fue su padre quien les enseñó los primeros acordes, pero sin presión. Los tres niños ya sabían tocar al llegar su adolescencia.

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Pinono con sus tres hijos.

Pinono con sus tres hijos.

Cuando se dieron cuenta que querían dedicarse seriamente a la música, tuvieron como maestro de guitarra a Raúl Rubilar, uno de los Caballeros de la Guitarra.

Eduardo Oro contó que su padre fue el primer sanjuanino en ganar el Festival de Cosquín, en 1962, era la segunda edición y no existían las categorías actuales. Pinono se presentó con Guillermo Puebla, un mendocino radicado en San Juan, juntos tocaron muchos años.

Cuando Puebla volvió a su provincia natal, Pinono cantó como solista y en la década de 1980 formó Los Gajos de Oro con sus hermanos.

Pinono era un padre amoroso. “Mi padre trabajaba en el casino, llegaba muy tarde por las noches y aun cuando ya éramos grandes, íbamos a la secundaria, cada noche él nos dejaba al lado de la cama una golosina”, contó Eduardo.

Primeros logros

Después de un año tocando juntos, en 1991 los Gajos de Pinono se presentaron en su primer concurso, Expodanza, en Mina Clavero, Córdoba, ganaron el primer premio en el rubro Conjunto.

Ese año realizaron su primer espectáculo en el Teatro Sarmiento, fue la presentación oficial del conjunto, los acompañó Pinono y cantó con ellos. Esa noche nadie podía borrarle su sonrisa de eterna satisfacción por el logro de sus pollos (o sus gajos).

“En esa época se había generado una brecha grande entre los viejos del folclore como Mínguez Barboza, Inti Huama, Páez Oro, y todo ese grupo de consagrados, pasaron muchos años y no aparecía gente joven con el folclore tradicional hasta que llegamos nosotros.

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Primeros pasos de los Gajos.

Primeros pasos de los Gajos.

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Al poco tiempo de nuestra presentación empezaron a sonar los Díaz Heredia, nos hicimos muy amigos. Y años después apareció Claudia Pirán, Lechuga García, una camada nueva”, dijo Eduardo.

Los invitaban a tocar a todos lados, al principio gratis, y no le decían que no a nadie, querían tocar y cantar en cualquier escenario, en todas las radios, en la tele, ellos iban a todos lados porque querían triunfar con su música.

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Aunque el folclore era imprescindible en sus vidas, no podían descuidar los estudios. No era fácil amalgamar las noches de escenarios con la facultad.

“Nos tenían zumbando con el estudio, pero mi mamá, Luisa (oriunda de Buenos Aires) y mi papá eran los fanáticos más grandes de los Gajos de Pinono, mi padre tenía fascinación. Comenzamos en el ’91 y papá murió en el ’93, no tuvimos mucho tiempo para compartir esta pasión con él”, relató Eduardo.

César y Eduardo son abogados, y Darío estudió arquitectura.

Pinono pudo acompañar a sus hijos al Festival de Música de Tunuyán, Mendoza, ellos eran los únicos sanjuaninos que participaban en el concurso entre 70 mendocinos, y contra todo pronóstico, ganaron. Fueron contratados tres años más para ese escenario mayor.

Eterno Pinono

A Pinono le empezaron a decir así desde que nació, porque era pelado y rosado como el Papa Pio XII, que regía la iglesia católica en esa época.

“Mi papá era muy loco, tenía ocurrencias agradables y mucha chispa. Un año fueron mis padres a la Fiesta de la Vendimia a Mendoza y estaban los Quilla Huasi en el escenario. Había un lago artificial entre el escenario y el público y en eso ven un loco que venía atravesando el lago con un vaso de vino al grito de ‘¡ARO ARO ARO!’.

Cuando Oscar Valles vio la escena dijo: ‘Disculpen pero al único que se le puede ocurrir esta barbaridad es al Pinono Oro’; y cuando le vio la cara con las luces del escenario lo ratificó: ‘Les dije que era el Pinono’. Esto que era posible gracias a la complicidad de los Quilla con mi padre”, contó Eduardo.

En 1993, con la muerte de Pinono explotó su nombre, su legado y sus Gajos.

En 1994, Los Gajos de Pinono no tuvieron ni un solo fin de semana sin presentaciones; y a veces hasta dos y tres escenarios distintos por noche. En agosto de ese año le hicieron un homenaje a Pinono y fue un suceso, quedó más gente afuera que adentro del Teatro Sarmiento.

Embed - Los Gajos de Pinono - La tonada Jamas Morira

“Cuando anunciamos el homenaje nos llamaron los Inti Huama que en ese momento eran lo mejor en San Juan, al igual que Rodolfo Páez Oro y Pelufo Barbosa, ellos dos eran muy amigos de mi papá no podían quedar afuera de ese homenaje”, contó Eduardo.

Esos años fueron de mucha intensidad para los Gajos de Pinono. Los convocaron para inaugurar distintos espacios que se instalaban como santuarios del folclore, como fue el Rancho de Pelufo.

Incluso en escenarios impensados como el pub La Llorona, cuando su propietario quiso instalar los miércoles como la noche del folclore, los primeros convocados fueron los Gajos. Era algo inédito y arriesgado, pero funcionó. Lo mismo pasó en San Isidro.

Después fueron invitados a participar en un concurso en Caucete donde había un representante de la comisión de folclore del Festival de la Doma y Folclore de Jesús María, y ganaron. Ese año, 1997, les pagaron solo los viáticos y cantaron temprano en el horario de los conjuntos que iban por primera vez.

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Cuando bajaron del escenario, los esperaba el presidente de la comisión del festival para contratarlos para el año próximo. “Le gustó mucho porque hacíamos folclore cuyano y nos dijo ‘no se hace cuántos años que no se escuchaba música de Cuyo en este escenario’, y nos contrató. Fuimos tres años seguidos y el último año ganamos el premio Consagración”.

Después de Jesús María estuvieron tres años en el Festival de Cosquín, en la delegación sanjuanina. También en el Festival de la Tonada y Rivadavia Canta al país, en Mendoza.

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Ya consagrados, Los Gajos de Pinono cantaron en Paraguay, Chile, y Brasil.

Grabaron dos discos propios: “Sembrando sueños” y “Con estilo propio”; y participaron en tres discos más junto a otros conjuntos, lo más selecto del folclore local, en homenajes a Buenaventura Luna, Ernesto Villavicencio y Saúl Quiroga.

-¿Y el nombre cómo nació?

– Fue en una presentación, cuando aún no estaba definido nuestro nombre, Jorge Darío Bence nos presentó como los Gajitos de Oro, y dijo “en realidad estos son los Gajos de Pinono”, y quedó ese nombre para siempre.

Ahora hay otros gajos, los hijos de Eduardo, Milagros, Manuel y Matías; las hijas de César, Delfina y Valentina; y las de Darío, Wanda, Celeste y Alma, que con nombre propio seguirán dejando bien alto el legado de los Oro.

Roberto Palmer, uno de los Quilla Huasi y dilecto amigo de Pinono Oro escribió: “Yo conocí a sus chicos a medida que fueron naciendo y los seguí viendo en sus distintas edades, heredaron y mamaron el amor a Cuyo y su folclore desde las propias entrañas de sus mayores. César, Eduardo y Darío son hoy, además de buenos cantores y guitarreros, tres profesionales y hombres de bien, que orgullosamente pueden mostrar el apellido que heredaron”.

(Fuente: Destino San Juan)

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