La devoción por la Difunta Correa ya no es solo patrimonio de los sanjuaninos, pero siguen existiendo dentro de las fronteras provinciales iniciativas que merecen ser visibilizadas por la enorme logística que encierran y el inconmensurable sentimiento que le ponen sus protagonistas. Este precisamente es el caso de 30 integrantes de la Agrupación Gaucha Virgen del Valle de Chucuma, que en la reciente Cabalgata de la Fe completaron a lomo de sus caballos los 130 km que separan a este paraje vallista con el santuario de Vallecito para agradecer y honrar a la infinita Deolinda.
Sobre las 6 de la mañana, del pasado miércoles 9 de abril, se congregaron en el citado pueblo los jinetes junto a un puñado de vecinos, entre los que estaban los importantes colaboradores. Estos hicieron la travesía abordo de autos y camionetas para facilitar la logística, principalmente adelantando el armado de los campamentos para pernoctar y el traslado de los víveres.
Marayes, Bermejo, el Puesto de Don Pocho y el propio Vallecito fueron los lugares en los que pernoctaron los jinetes y sus acompañantes
Por la banquina de la Ruta Provincial 510 se acomodó la columna de promesantes, prestando atención en todo momento a una adecuada hidratación tanto de ellos como de los caballos. Es más, en la zona conocida como la Tusca hubo que hacer un parate para que los pingos descansaran un poco.
La siguiente estación fue en ‘La Correita’, a unos 22 kilómetros de Marayes el lugar que eligieron para pasar la primera noche. En ambos sitios, en uno con el sol como testigo y en el otro la noche inmensa, se compartieron asados y otros manjares que nunca falta en este tipo de paisanadas. Tampoco faltaron las guitarras ni esas voces inconfundibles de estas tierras.
Primereando al alba, la delegación chucumera volvió a ponerse de pie para continuar el viaje. Bajo la voz de mando simbólica de Lucho Lucero, presidente de la agrupación, se prosiguió con la cabalgata con el horizonte fijado en Vallecito.
Entre charlas, mates, anécdotas y algún que otro pequeño contratiempo se sorteó gratamente la segunda jornada de la travesía, la cual encontró en Bermejo su punto aparte. Como no podía ser de otra manera, el fuego dio pasos a las brasas cocineras y en esta oportunidad fue una carbonada de cabra de carne la que sació los estómagos viajeros.
El viernes la expedición chucumera volvió a tomar las riendas desde la casa de San Expedito -ya instalados en la Ruta Nacional 141- hacia el hogar de la santa pagana. De la treintena de cabalgantes, siete fueron firmes mujeres, quienes sumaron su impronta creyente y tradicional al grupo.
El Puesto de Don Pocho fue el espacio que albergó la tercera noche y la última antes de la feliz entrada por la calle principal que conduce al Santuario de la Difunta Correa.
De la treintena de cabalgantes, siete fueron firmes mujeres, quienes sumaron su impronta creyente y tradicional al grupo
Los rostros cansados, pero muy felices se encendieron al saborear el éxito del deber cumplido. La emoción se apoderó del corazón compartido de estos jinetes quienes volvieron a demostrar su fe en la Difuntita. La cuarta noche ya fue bajo el manto protector de Deolinda en la fría noche del sábado. El regreso a Chucuma, con buena parte del domingo consumado, fue un excelente momento para los primeros balances de una travesía que renueva espíritu y allana pensamientos. Y que también persigue como meta poner en valor las prácticas gauchescas, esas que vienen legadas de generación en generación y que dan identidad a los pueblos.