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8 Mujeres

Hilda Bustelo: semblanza de una mujer inolvidable de la sociedad sanjuanina

Es conocida no solo por su apellido sino también por haberle enseñado Geografía a tres generaciones de estudiantes de la Normal Sarmiento. Cómo era el San Juan previo al terremoto del ’44, la influencia de sus hermanos y su pasión por la moda.

Por Natalia Caballero

Mira los percheros y con delicadeza va pasando percha tras percha. Se queda prendada de los sweaters de la nueva temporada de Jazmín Chebar, una de sus marcas favoritas. Recorre la zona de probadores de Algar hasta que elige un par de cosas. Tiene un gusto distinguido, será por eso que cuando sus nietas la visitan le vacían el placard. Al menos eso contó Hilda Bustelo, una mujer de 91 años que además de ser un ícono estiloso de la provincia, fue profesora de Geografía de tres generaciones de alumnos en la Normal Sarmiento y es dueña de un anecdotario único de la sociedad sanjuanina que conoció a la perfección por ser dueña de un apellido poderoso en San Juan.

Hilda nació en una casa que aún se mantiene en pie en Desamparados, frente a la bodega Graffigna. Ella y su hermano Francisco, más conocido por los sanjuaninos como Quito, nacieron primero y luego vinieron, Eduardo y Alberto. Durante su infancia, pasaba horas entre las viñas “La Colección” y la bodega familiar. “Andaba por la bodega, entre las bordelesas, andaba en las viñas. Enfrente de la bodega había dos estatuas, dos bustos de mis abuelos que ahora están en el cementerio de Ullum, estaban en una pérgola muy bonita. Algunos días los iba a limpiar con un trapito. Esas estatuas estaban en un predio frente a la bodega, en donde había viñas. Todo eso ha desaparecido”, relató.

Era tanta la producción que salía de la bodega Graffigna, que los trenes de las líneas San Martín y Belgrano pasaban por dentro de las instalaciones. Hilda tenía una obsesión: subirse al último vagón. Le llamaba la atención que era distinto a los demás. Hasta que un día entró y toda la ilusión se vino abajo porque se encontró solo con un camastro, una frazada escocesa y unas pocas chucherías más. Con lo que también se encontró fue con un fuerte reto de su tío por el peligro que implicaba subirse al tren en movimiento.

Embed - El video de Hilda Bustelo - especial 8 mujeres

Hilda no omite detalles durante su relato. Recuerda hasta la vestimenta de otras personas mientras cuenta una anécdota de hace cuarenta años.

A los 9 años, la familia Bustelo-Graffigna se mudó de casa a una vivienda sobre Avenida Libertador. Todos los días un chofer llevaba a los niños Bustelo-Graffigna a los colegios a los que asistían: la Santa Rosa, la Inmaculada y la escuela Don Bosco. Al día de la fecha, los primos continúan juntándose en el hotel Alkazar a tomar un desayuno.

El terremoto del ’44 cambió todo en San Juan. Hilda estaba en Ullum cuando fue el terremoto, en su casa de fin de semana -que años después quedó sepultada bajo el agua del dique-. “Estaba lista la cena, pusieron unas tablas afuera y comimos sin saber la tragedia de lo que había pasado en la ciudad, se cayeron unos revoques en mi casa. Un tío puso una radio con el auto y ahí nos enteramos que el terremoto había sido en San Juan”, detalló.

La casa de Ullum encierra muchos recuerdos en la vida de Hilda. Allí se juntaba toda la familia. Era una casa chorizo con diez dormitorios, cada dos dormitorios había un baño y tenía un comedor enorme. Un tío político de Hilda llevaba a cenar ahí a muchas personalidades del partido demócrata y también a artistas como Carlos Mont Brunt Ocampo, que le compuso una canción a la tía de Hilda.

Tanto cambió el terremoto del ’44 a San Juan, que los adolescentes y jóvenes se quedaron sin lugares donde socializar. “Los bailes que empecé a ir fueron después del terremoto, antes se hacían en el Club Social. Los bailes eran en las casas de familia, no había bailes importantes, no había muchos lugares donde ir a bailar. Así como cambiaron cosas con la pandemia, ese terremoto cambió todo. Nos conocíamos en la casa, la sociedad era más chica, casi todos nos conocíamos o nuestros padres conocían a nuestros candidatos, esa eran las reuniones, no había un lugar específico. Había una confitería Uliarte, en donde venían cantantes famosos como Mario Clavel, venían de noche porque tenía una parte al aire libre, en la calle Mendoza”, contó.

Cuando terminó el secundario en 1951, se recibió de Maestra. Sin demasiada idea de qué hacer ni a qué dedicarse, fue su madre la que le insistió para que estudie. “Yo pensaba seguir con la dolce vita, leyendo revistas, leyendo novelas. Mi mamá me dijo: y vos ¿qué pensás hacer en marzo? Nada le respondí y ella me dijo que si no hacía nada iba a entrar a Acción Católica. Fue ahí cuando decidí empezar un profesorado. Había dos profesorados: el de Letras y el de Ciencia. Yo seguí el de Letras, las ciencias ni las matemáticas se me daban. Íbamos con el mismo guardapolvo de la escuela, nos daban libreta y cursábamos en la tarde. Te recibías como profesora en Letras y podías enseñar hasta 13 materias entre las que estaba Literatura, Filosofía, Geografía, Historia”, pormenorizó.

Empezó a dar clases ad honorem en la Santa Rosa y luego empezó en la Normal, donde desarrolló toda su carrera. Es recordada por sus alumnos, quienes le comentan todo el tiempo en sus redes sociales. Porque claramente, Hilda tiene Instagram. “No era fácil, cada curso tenía entre 42 y 45 alumnos. Realmente doy gracias a Dios los alumnos que me tocaron. Casi siempre era profesora de Geografía, sobre el final tenía tres terceros de las seis divisiones”, apuntó.

Hilda se casó con el médico Eduardo Ula Echegaray. Ella cree que él hubiera preferido que sea ama de casa, pero al final se adaptó a su carrera docente. Tuvo dos hijos: Daniel y Andrés Echegaray, ambos viven en Mendoza. Tiene ocho nietos, seis mujeres, con muchas de las cuales comparte su pasión por la moda.

El mundo fashion es su cable a tierra. Desde muy chica armaba sus looks anchos –hoy oversize- porque no quería que se notara que era tan flaca y alta. Lo que más odia son las camisas, porque aseguró que las usó toda la vida como docente. “Siempre me gustó la ropa, la moda. Primero porque era demasiado flaca, tenía todas cosas anchas. Voy a Algar y a Modas Olga, me gusta ver lo que se medían otras chicas o lo que había llegado, he sido tentada con la ropa. Siempre me ha gustado, ando de remera y pantalón. Las nietas cuando vienen me sacan la ropa”, dijo. Hace poco se viralizó un video de ella en Algar con distintos outfits.

De sus hermanos, dos fallecieron. Quito Bustelo y Eduardo. Las mesas políticas de debate eran muy picantes. Con el que más discutía era con Quito, porque era un peronista de ley, según aseguró. “Hemos tenido distintas ideas políticas, en la mesa discutíamos bastante, Quito era peronista de alma. Eduardo fue diputado, lo admiraba porque se fue desde muy chico, lo convenció un sacerdote dominico e hizo el seminario. Salió rebelde, era de ideas de avanzada para esa época, se inscribió en la London School, se fue por dos años, desde que hizo eso lo nombraron en UNICEF, estuvo en Brasil, era muy humano, era partidario del kirchnerismo. Con el Quito nos peleábamos más, el Eduardo daba más argumentos más filosóficos. Alberto, que también está vivo, se recibió de ingeniero y se fue a trabajar a Puerto Madryn, después vino a Gancia como gerente y llegó a dirigir el Auditorio”, reveló.

Hilda sale al centro a hacer algunas compras. Siempre impecable, con lookazos. Justo es miércoles y de mañana. La esperan sus primos en el Alkazar para desayunar, recordar lo compartido y celebrar lo que está por venir.

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