Este 2 de noviembre se conmemora el Día de los Muertos. En esta fecha se rinde culto a los difuntos, siendo México el principal epicentro de las celebraciones a nivel mundial. Los orígenes de la festividad iniciaron con las civilizaciones prehispánicas como los aztecas, mexicas, purépechas, nahuas y totonacas, y con la llegada de los españoles en el siglo XVI y la influencia cristiana, logró fusionarse con las tradiciones católicas como el Día de Todos los Santos y el Día de los Fieles Difuntos. Altares, ofrendas, maquillajes, máscaras, vestuarios especiales y visitas a los cementerios son los grandes atractivos del festejo, que continúa realizándose en San Juan, pero con menos afluencia en comparación con otras épocas. Todavía hay misas para recordar a los difuntos. También hay cementerios que disponen de horarios especiales y en algunos lugares se mantienen prácticas para homenajear a las personas que pasaron a otra etapa de su vida.
La tradición comenzó a perderse poco a poco en San Juan, pero los habitantes de un emblemático pueblo no permiten que esta costumbre deje de existir. Cada 2 de noviembre es especial para Huaco. La localidad jachallera celebra el Día de los Muertos en el cementerio del pueblo. La naturaleza, los vasos de agua, los cigarrillos y las velas son elementos característicos que aparecen para esta fecha. “Los lunes se venía a alumbrar, limpiar la tumba, cambiar las flores y se cambiaba el agua del vaso. Son costumbres que vienen del pasado, pero que se mantienen menos. Parece que la juventud no coordina con las tradiciones de antes”, dijo Carlos Dojorti, empleado del cementerio, a este diario en una nota publicada hace exactamente un año.
Por muchos años, el Cementerio de la Capital fue el punto neurálgico de populares celebraciones en la provincia. Pero, al hablar sobre muertos, las conversaciones se extienden hacia un sinfín de historias ocurridas en ese espacio. Mito o verdad, creer o reventar, algunos hechos y principalmente apariciones son parte del imaginario colectivo sanjuanino.
Una de estas historias trata sobre una señora, muy mayor, que solía estar en la entrada del cementerio capitalino. Muchos vecinos de la zona vieron a esa “viejita”. Con su pelo blanco y camisa floreada, siempre estaba acurrucada, con una mano arriba de la otra y sentada en la puerta principal, indicó el historiador Rubén Darío Guzmán.
Algunos afirmaron que la señora realizaba visitas a su marido, otros señalaron a un familiar o ser querido. “Cuando vos pasabas, ni te miraba”, dijo el historiador. Tras ser visualizada por los transeúntes, ella se paraba, giraba e ingresaba al cementerio. Pero su entrada llamaba poderosamente la atención, porque accedía al predio cuando las rejas estaban cerradas.
La “viejita” apareció con mucha frecuencia durante el siglo XX. Pero, con el correr del tiempo, dejó de verse hace 20 años aproximadamente. Hasta la fecha, los vecinos recuerdan la “magia” de la anciana para ingresar al histórico espacio de Capital.
La chica del ramo
Es una leyenda urbana de San Juan. El relato trata sobre Zulema, una joven de 22 años que vivía en el norte de Rawsondurante la década del ‘60. Rubia, alta, muy linda y alegre, se robó el corazón de más de un muchacho en los bailes de la zona. La chica fue vista en ínfimas oportunidades en un sifón de un canal de riego. Allí era el punto de encuentro con sus amigos.
Fue una tarde de sábado cuando un cortejo fúnebre pasó por la zona rawsina y un ramo de flores cayó de una carroza sobre la calle. Un amigo de Zulema lo agarró y se lo llevó. Los jóvenes se vieron y el muchacho le hizo una broma. “Yo creí que te habías muerto de tanto bailar y te traía flores”, dijo el chico, según el relato de Guzmán. Los dos rieron, pero ese chiste fue una premonición.
Zulema era víctima de una infección. Nadia lo sabía, ni hasta su entorno más fiable. Horas después de verse con su amigo, su cuadro se agravó y falleció en su cama. Su madre la encontró durante la mañana del domingo.
La noticia sorprendió a todos sus seres queridos. La tristeza invadió el velorio de la joven. Por supuesto, uno de los más afectados fue el amigo que la vio antes de su muerte y le entregó el ramo. Por este motivo, decidió llevar uno igual para despedir a la encantadora rubia.
Posteriormente, los amigos fueron a ese sifón del canal que sirvió como punto de encuentro. Pero una imagen los impactó para siempre. “Zulema” apareció en ese mismo lugar con un vestido y el ramo de flores entregado por su amigo. Quizás fue la última broma de la chica, pero los muchachos no volvieron nunca más a ese espacio donde reían por horas.