Hay muchas especulaciones sobre su vida. Desde la fecha en que nació, su familia y hasta cuándo partió hacia la otra vida. Pero hay una gran certeza: fue un chico muy querido por todo San Juan. Carlitos fue la más noble definición de personaje urbano de nuestra provincia. Si alguien no sabía de su existencia es porque nunca pasó por el centro durante los años ’60 y ’70. Todos lo conocieron por ser el “inspector de tránsito”. Simpático, regalón, muy trabajador, amante de la calle y glotón como pocos. Hasta le dedicaron una canción. Pero también tenía un lado B, ese que nadie quería saber cada vez que le mencionaban su palabra prohibida.
Los relatos más fehacientes sobre Carlitos aparecen en los grupos en redes sociales que recuerdan al San Juan de otras décadas. Quienes supieron algo de sus primeros años de vida dijeron que nació en una fecha cercana al terremoto de 1944. Más tarde, y por algunos años, vivió en el barrio 4 de junio en Rawson.
En la calle estuvo desde chiquito. Era un niño cuando comenzó a ser conocido por los transeúntes del microcentro y se ganó el apodo de “piojo”. Le gustaba tanto la vida urbana que la adquirió como una forma de ganarse unos pesos.
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Carlitos durante 1965, trabajando en la empresa 20 de Junio. Fue un chico muy mimado por el fundador de la firma, don Evaristo Alés. Foto gentileza: Stella Maris Carabante.
Una obsesión lo llevó a la cima de la fama sanjuanina. Carlitos tenía devoción por ordenar el tránsito. Era moneda corriente verlo en la puerta de la escuela Antonio Torres dirigiendo a los conductores y peatones en la congestionada esquina de General Acha y Santa Fe. Su look era característico: gorra de inspector, un saco más grande que su talle y silbato. Muchas de sus prendas se las regalaron dueños de importantes negocios, quienes apadrinaron a este personaje.
Pero no era la única faceta vial que Carlitos ejecutaba. Quienes vivieron en los ’60 y ’70 contaron que al muchacho le encantaba hacer multas, por eso siempre llevaba un talonario. Además, ayudaba a los automovilistas a estacionar y cuidaba los coches. “Dele, dele, dele. Uh! Cag… el foquito”, decía en tono de broma. También le fascinaba subir a los colectivos y pedir boletos a los usuarios, y lejos de molestarse, se ganó el cariño de los -verdaderos- inspectores.
Con el talonario en mano, le encantaba hacer multas. Si hasta dijeron que quería hacerle una infracción al auto oficial de un gobernador. Con el talonario en mano, le encantaba hacer multas. Si hasta dijeron que quería hacerle una infracción al auto oficial de un gobernador.
Trabajó y hasta durmió en guarderías del microcentro, una de ellas ubicada en frente de la Caja de Acción Social. También lo vieron comiendo en más de un local gastronómico. Entre sus favoritos estaban El Súper y Un Rincón del Nápoli. Si no lo observaron vendiendo billetes de lotería -hasta dijeron que daba suerte- y verduras, muchas veces acompañado de algún perro.
El apodo prohibido y sus últimos días
Carlitos siempre fue visto predispuesto y con su pícara sonrisa, pero una sola palabra lo sacaba de quicio. Cuando escuchaba “lechón”, su boca se transformaba en una usina de insultos. “Prefería que me agarrara un tren, pero no su lengua”, mencionaron.
Su estilo de vida no cambió con el paso del tiempo. Lo encontraron vendiendo y hasta llegó a dormir en el hospital Marcial Quiroga. No hay datos certeros sobre su muerte, únicamente que sus restos se encuentran en el cementerio de Pocito.
Pasaron los años y en las redes sociales recordaron a este emblemático personaje. Muchos lo consideraron un prócer, otros rememoraron su lengua filosa, pero todos los comentarios hablan sobre el grato cariño de los sanjuaninos hacia este querido chico de las calles.
La canción en homenaje a Carlitos
“Carlitos, con su gorra y su ternura ha copado hace tiempo esta ciudad. Detiene los ómnibus y se trepa, y a pocas cuadras vuelve a bajar”, comienza la canción de Los Hermanos de la Torre. Es una de las piezas musicales del álbum “Íconos Cuyanos”, la cual puede escucharse en YouTube.
Raúl de la Torre, integrante del grupo, dio a conocer los motivos por el que Carlitos tuvo su merecida canción. “Era un personaje entrañable de la ciudad, una buena persona y la particularidad de subirse a los colectivos para dar algunas vueltas”, dijo el artista a este medio.
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