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Coaching

Amo a mis padres, pero no quiero parecerme a ellos

Poder identificar en la vida todo lo que no te hace bien es el principio del crecimiento emocional y personal de un ser humano. Tener un pensamiento crítico, e incluir la capacidad de análisis y reflexión, incluso con nuestros padres, hace posible que la persona pueda desprenderse de conductas negativas o toxicas que impiden en muchas ocasiones la autorrealización, pero para ello el primer paso que deberemos dar, es dejar de lado la culpa y los mandatos familiares.

Por Carlos Fernández

Todos en mayor o menor medida, heredamos conductas y pensamientos de nuestros padres. El problema es cuando no son positivos y condicionan nuestra vida y eso nos impide avanzar. Parecernos se produce involuntariamente a través de lo que nos enseñan activamente, en ocasiones de forma inconsciente, o por aprendizaje (observación e imitación), o incluso por herencia genética.

En el consultorio podemos observar como muchas personas hasta que no se liberan de la influencia psicológica de sus progenitores, y se emancipan emocionalmente de ellos, no logran estar verdaderamente en paz consigo mismos. Esto en ocasiones genera el “deseo” culposo de que “desaparezcan”, creyendo que eso los liberará de una vez por todas de la pesada mochila emocional que cargan desde la infancia.

La incómoda verdad es que la gran mayoría de las personas han estado peleados con sus padres en algún momento de sus vidas. Por más adulto que se sea, muchos siguen arrastrando heridas y traumas originados durante la infancia que condicionan inconsciente pero directamente todas las relaciones que se construyan.

Las “pataletas” que muchos tienen con 30, 40 o 50 años ponen de manifiesto que en el interior reside un niño herido, inseguro y enojado. En general se sigue identificado con el arquetipo de “hijo”, impidiendo conectar con el adulto que se puede llegar a ser.

El día en el que te das cuenta de que tus padres no son perfectos

¿Todos debemos, en algún momento de nuestra vida, llegar a ese punto de inflexión en el que debemos decidir con qué nos quedamos y con qué no de nuestros padres?

Hay una cita de Alden Nowland para responder a esta pregunta: “El día en que el niño se da cuenta de que los adultos son imperfectos, se convierte en adolescente. El día en que los perdona, se convierte en adulto. Y el día en que se perdona a sí mismo, se convierte en sabio”.

A menudo, por amor ciego a nuestro clan, por necesidad de pertenencia y por las lealtades familiares que guardamos de forma inconsciente, acabamos repitiendo lo que hemos recibido de los nuestros, y ciertamente, es mucho más fácil así: actuar automáticamente nos evita tener que pensar por nosotros mismos y hacer ese proceso tan incómodo que puede ser a veces la introspección para descubrir quiénes somos y qué queremos. Además nos asegura una convivencia pacífica, porque a ninguna oveja incomoda que sigamos al rebaño.

Cada cual debería elegir qué heredar y qué transformar de sus raíces familiares. Conectar con su esencia, estando en paz con ellos, desde el amor y el agradecimiento por todo lo que han aportado, permitiéndose reescribir la propia historia.

Esta maduración es especialmente importante si tienes hijos, o vas a tenerlos. El proceso de deconstrucción y reconstrucción de tus valores y creencias te ayudará a cortar la cadena de patrones dañinos, pudiendo ser la madre o el padre que quieres ser, desde la libertad.

Para emanciparnos emocionalmente de nuestros padres y ser libres de su influencia psicológica, es fundamental emprender el apasionante viaje del autoconocimiento, realizando los siguientes pasos:

  • 1. Deja de culpar a tus padres de tu sufrimiento y asume tu parte de responsabilidad

Solemos culpar a nuestro padre y a nuestra madre de nuestras inseguridades, carencias y frustraciones. Nos convencemos a nosotros mismos de que la causa de nuestro malestar y sufrimiento tiene que ver con lo que nuestros padres fueron e hicieron.

Por más doloroso que sea para el ego, tarde o temprano hemos de soltar el victimismo. Madurar implica reconocer que somos co-creadores y co-responsables de nuestra vida.

  • No intentes cambiar a tus padres; acéptalos tal como son.

Otro indicador de inmadurez es que seguimos intentando cambiar a nuestros progenitores. Prueba de ello es que nos frustramos cuando no cumplen con nuestras expectativas ni son como a nosotros nos gustaría que fueran. Dado que no nos aceptamos a nosotros mismos tal como somos, nos es imposible aceptarlos a ellos tal como son.

Esta es la razón por la que, en ocasiones, juzgamos y criticamos su comportamiento. Emanciparnos emocionalmente pasa por renunciar a la relación idealizada que nos gustaría mantener con ellos. Solo así podemos discernir entre lo que pueden darnos y lo que no, aprendiendo a disfrutar del vínculo real que sí está a nuestro alcance.

  • Asume que no eres responsable de la felicidad de tus padres.

Si bien cuando culpamos a nuestros padres de nuestro sufrimiento caemos en el victimismo, y en este punto me gustaría que nos remontemos a nuestra infancia.

Quizás hubo un momento en el cual nuestra madre estaba descentrada, y en cierta ocasión, siendo niños pequeños, rompimos sin querer un vaso de cristal. Frente a esta situación, ella reaccionó impulsivamente, se perturbó a sí misma y seguidamente nos culpó de su malestar.

De esta manera y por medio de episodios como éste, crecimos creyendo que la felicidad o infelicidad de nuestros padres estaba vinculada con nuestro comportamiento. Liberarnos emocionalmente de ellos implica comprender que su bienestar emocional no es nuestra responsabilidad, sino la suya.

Principalmente porque nadie hace feliz a nadie. Lo mejor que un padre puede hacer por sus hijos es ser feliz. Y lo mejor que un hijo puede hacer por sus padres es ser feliz. Lo más importante es que seamos el cambio que queremos ver en nuestra familia.

  • No esperes que tus padres te quieran.

¿Dónde está escrito que los padres tienen que querer a sus hijos? Sería maravilloso que esto siempre fuera así, pero en infinidad de ocasiones, no lo es. Hay que tener en cuenta que michas veces nuestros padres ni siquiera son capaces de amarse a sí mismos, por más dolorosa que sea esta realidad cuanto antes podamos procesarla y aceptarla, antes nos liberaremos.

Si realmente queremos cortar el cordón umbilical emocional con nuestros progenitores, y no queremos heredar esas conductas debemos reconocer que lo único que necesitamos para ser felices, somos nosotros mismos.

En vez de esperar que nos apoyen, nos comprendan o nos quieran, empecemos por amarnos nosotros mismos y trabajar en darnos todo aquello que nos faltó, o no nos supieron dar. Ese es el verdadero cambio de paradigma.

  • Mira al ser humano que hay detrás de “mamá” y “papá”.

Liberemos a nuestros padres de la responsabilidad de estar a la altura de nuestras expectativas. Recordemos que son seres humanos y que, como nosotros, están llenos de traumas, miedos, frustraciones y complejos. Es fundamental no olvidar que ellos también fueron niños y que probablemente carguen con una mochila emocional mucho más pesada que la nuestra.

Si investigamos acerca de su infancia, así como del tipo de relación que tuvieron con sus propios padres, seguramente verificaremos que sus circunstancias existenciales fueron más adversas que las nuestras.

Al quitarles las etiquetas de “papá” y “mamá” empezaremos a ver a los seres humanos que hay detrás. Así es como podemos desapegarnos de ellos, y despersonalizar sus actitudes y comportamientos.

  • Valora y agradece todo lo que tus padres han hecho por ti.

Es muy fácil protestar y quejarnos de nuestros progenitores. Es una simple cuestión de imaginación encontrar más de un motivo por el cual condenarlos y rechazarlos. Por más errores que hayan cometido, cabe recordar que nadie nos enseña a ser padres. Criar hijos es la experiencia más desafiante de la vida.

Así, al igual que nosotros, nuestros padres lo han hecho lo mejor que han sabido desde su nivel de consciencia y su grado de comprensión. Además, sus motivaciones jamás han estado guiadas por la maldad, sino por la ignorancia y la inconsciencia. ¿Y si en vez de seguir quejándonos y juzgándolos, empezamos a valorar todo lo que han hecho por nosotros? Practicar el agradecimiento, es un síntoma de emancipación emocional y, en definitiva, de verdadera madurez.

  • Comprende que no tienes los padres que quieres, sino los que necesitas.

Muchas personas sostienen que los hijos elegimos a nuestros padres antes de nacer, pero la realidad es que no hemos tenido los padres que queremos, si no los que hemos necesitado.

¿Para qué? Para pasar por nuestro infierno personal, tocar fondo, iniciar una búsqueda interior, despertar y descubrir quienes verdaderamente somos. Por lo tanto, en vez de odiar a nuestros progenitores por cómo nos educaron, aprovechemos para ir más allá de nuestro propio ego y poder reconectar con nuestra esencia, convirtiéndonos en la mejor versión de nosotros mismos; una versión que nos enorgullezca.

Sólo entonces concluiremos que no cambiaríamos nada de nuestra infancia, porque verificamos que fue perfecta tal y como sucedió para que hoy seamos el adulto consciente, responsable, libre, feliz y maduro en el que nos hemos convertido gracias al proceso de autoconocimiento realizado.

Como habrás podido observar en esta nota nuestros padres no son perfectos. Nosotros no somos perfectos. Y está bien así, ya que debemos aprender a mirarlos con respeto y agradecimiento por todo lo que buenamente hicieron por nosotros. Sobre todo porque nos dieron lo más importante que tenemos: la vida.

A lo mejor nunca te paraste a observarlos desprendidos de etiquetas, pero créeme que a nivel inconsciente los padres representan muchos más aspectos de los que podemos imaginar. Una mala relación con cualquiera de ellos nos puede bloquear o dificultar la prosperidad en muchos ámbitos de nuestra vida.

Por eso es tan importante sanar el vínculo con nuestros padres, como sea que haya sido, y quedarnos en paz con ellos, incluso aunque la relación esté rota o hayan fallecido. Puedes sanar su figura interna en ti, lo que sientes y piensas acerca de ellos.

No parecerte a ellos en aquello que te hace mal, o consideras que puedes mejorar, será uno de los grandes desafíos de tu vida y de tu crecimiento personal.

El objetivo siempre debe ser evolucionar, y si llegas a ser mejor padre o madre que tus progenitores fueron contigo, dejaras un mejor legado a tus próximas generaciones.

Escrito por: Carlos Fernández. Coach y psicólogo.

Redes sociales: Facebook e Instagram: Europa Coaching.

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