Horacio Rosatti, presidente de la Corte Suprema, fue entrevistado por Carlos Pagni en Odisea Argentina por LN+ y reflexionó sobre el diálogo de la Justicia y la política en la actualidad. “La Corte tiene que funcionar, con tres, con cuatro o con cinco integrantes”, dijo tras la acordada que publicaron días atrás. Además, consultado sobre la designación de Ariel Lijo para integrar el máximo tribunal, que podría darse por decreto, el magistrado consideró que “lo tiene que resolver la Corte en última instancia si hay cuestionamientos”, aunque evitó manifestar su opinión: “La experiencia me ha enseñado que uno nunca tiene que responder frente a una hipótesis de un hecho que no ha acontecido; puede pasar o no”.
El juez y abogado de 67 años se refirió a la relación entre la política y la Justicia. “Siempre hay una zona de recíproca incomprensión, porque la política quiere hacer cambios, está en su ADN, y muchas veces se queja de que la justicia frena o demora los cambios, pero la justicia suele cuestionar a la política por lo bajo, porque no se pueden hacer cambios de cualquier manera, sino siguiendo un determinado procedimiento sin afectar determinados derechos”, dijo, quien además preside el Consejo de la Magistratura.
En ese sentido, consideró que la presión que recae sobre los ministros de la Corte desde la vereda de la política la vive “con naturalidad” y asegura que es “casi normal que haya una zona de recíproca incomprensión”. “Siempre ha habido una línea divisoria que ha estado más o menos clara, y ahora hay zonas grises”, identificó Rosatti.
Y describió: “El político es una persona que mira la realidad con grandes trazos, y el conflicto, para el político, es algo normal; el juez no. Tiene una mirada distinta donde uno tiene razón y el otro no: hay una norma, un hecho y una conclusión. Cabezas con formato diferente. Ese es el valor de la división de poderes y el control recíproco que hay entre ellos”.
Para el juez existe una dicotomía errónea en la forma en la que se ejecutan las resoluciones de la Corte, en relación con casos sin precedentes. “Hay temas que antes no eran fundamentales para la ciudadanía, que hoy lo son, como el medio ambiente. Nosotros no actuamos porque queremos, sino porque nos llega un caso”, dijo.
“Uno tiene que actuar con las herramientas que tiene. A veces lo que pasa en la Argentina es que los que tienen que definir algunas cuestiones no las definen y terminan definiéndolas otros. Por ejemplo, el tema del divorcio: primero estuvo el fallo y luego la ley, cuando debería ser al revés. En la interrupción voluntaria del embarazo, lo mismo. Lo recomendable es que primero esté la ley, que es lo que nos permite decir que hubo un debate público, pero los casos se plantean por esa falta de definición y van a tribunales. Y el juez tiene que decidir, y se le dice que se mete en un terreno que no es el propio”, explicó.
Asimismo, ejemplificó con dos casos que debieron resolver este año: “Uno de fertilización asistida post mortem y otro de gestación por subrogación de vientre. No está regulado. Y quizás en algún momento tenemos que tratar un tema de eutanasia, y nada de eso está regulado por la política”.
El rol de las instituciones
Más tarde, Pagni le preguntó a Rosatti, acerca de qué papel juega lo institucional en la recuperación económica de un país. El santafesino, con pasado como Procurador del Tesoro y ministro de Justicia, recordó la cláusula incorporada a la Constitución en la reforma de 1994 (el inciso 19 del artículo 75) donde se evoca el desarrollo, como un concepto más amplio que el crecimiento económico.
“El desarrollo se mide a partir de crecimiento económico, factores de salud, la educación (analfabetismo, mortalidad infantil) y, yo le agregaría, calidad institucional”, dijo Rosatti y continuó: “Ahí sí se puede hablar de comunidad desarrollada”.
Por lo tanto, estimó: “Para las inversiones es muy importante la seguridad jurídica y todo lo que tiene que ver con la independencia del Poder Judicial. Porque crecimiento se puede tener porque se descubrió un recurso natural, pero si su pueblo es analfabeto, o no se erradica una enfermedad, o no hay instituciones sólidas, estamos hablando de otras cosas, más allá de la prosperidad”.
No obstante, ejemplificó que si bien se suele utilizar como medida del crecimiento económico el PBI per cápita, esta cifra no es más que un promedio. “Puedo tener un promedio de 50 años con 49 y 51, o con 1 y 99. Eso no dice demasiado. Me parece que la noción de desarrollo, que es mucho más perfeccionada, supone el valor de las instituciones”.
Para añadir argumentos a su punto de vista, recordó a quienes fueron galardonados con el premio Nobel de Economía este año Daron Acemoglu, James Robinson y Simon Johnson, sobre el rol de las instituciones y cómo eso influye en la prosperidad de una comunidad. “No hay que ver como algo antitético la institución y la economía. La institución debe entender que la economía tiene sus reglas y que la Constitución permite, dentro del sistema capitalista, varios matices como los tuvimos en los últimos 30 años”, sintetizó Rosatti.