Pocos son los hechos que pese al paso de los años continúan vigentes en San Juan. La tragedia en El Tambolar es una de ellas, no solo por cómo se dio, sino también por el saldo de víctimas fatales y el gran operativo que se montó para rescatar a los heridos en alta montaña. A 49 años del siniestro que marcó la historia de la provincia, repasamos cómo fue el accidente cuyo recuerdo aún se mantiene en la memoria colectiva.
Todo sucedió la noche del 23 de enero de 1986. Un colectivo circulaba por la ahora desaparecida Ruta Provincial 12, donde actualmente se encuentra el dique Caracoles. Ese sector esa la única vía habilitada para viajar desde Calingasta a la ciudad de San Juan y viceversa, y quienes lo hicieron en su momento aún recuerda el vértigo que generaba en ciertos sectores la vista hacia el vacío, sobre todo de noche.
El micro trasladaba efectivos de la Banda de Música del RIM 22 y un grupo de personas, entre los que había niños y adolescentes. Habían estado participando de un evento en Villa Nueva, localidad calingastina, en el marco del aniversario del departamento. A eso de las 19 horas emprendieron viaje hacia la ciudad, sin siquiera imaginar que en lapso de algunas horas lo que sería un viaje tranquilo y sin sobresaltos se convertiría en una tragedia sin precedentes.
Una curva cerrada y un aparente problema de frenos llevó a que el colectivo de la empresa T.A.C saliera de la ruta y se precipitara al vacío en medio de una noche oscura, pasadas las 22:30 horas, según precisaron las crónicas del momento. Al caer, impactó con parte del cerro y se encajó en una quebrada.
Tras el impacto, dos integrantes del RIM 22 lograron salir por sus propios medios en busca de ayuda. Cabe recordar que en la zona no había señal, medios de comunicación y solo había un puesto policial, el de Pachaco, ubicado a kilómetros de donde fue el accidente. Pese a ello, salieron en busca de ayuda, lo que dio paso a un importante operativo de rescate.
La búsqueda de sobrevivientes inició sobre la medianoche, con el despliegue de ambulancias de los Hospitales Rawson y de Calingasta, una autobomba y patrulleros policiales, además de Gendarmería Nacional. Recién durante la madrugada los grupos de rescate tomaron contacto con las personas que se encontraban en el destrozado ómnibus.
En medio de gritos de dolor que salían del interior del vehículo y los haces de luces que proyectaban algunas pantallas reflectoras, se podía vislumbrar la magnitud del accidente. Esto obligó a que las ambulancias tuvieran que hacer varios viajes desde el accidente hasta el servicio de urgencias del Hospital Rawson, que había dispuesto de personal extra para poder cubrir las necesidades y los requerimientos de los heridos.
El rescate de los heridos no fue sencillo. Al estar el colectivo ubicado en una quebrada hacia el vacío, los rescatistas tuvieron que descender con cuerdas por una pendiente de unos 45 grados, cargando los heridos sobre sus espaldas para llevarlos a las ambulancias. Mientras, en el fondo del barranco se evaluaba el estado de los sobrevivientes y determinando la urgencia se disponía cómo iban a ir saliendo de la grieta.
Fueron en total 16 víctimas fatales, entre los que se encontraban los integrantes de la Banda de Música del RIM 22 Hugo Emilio Emi, Ángel Pascual Bazzanelli, Osvaldo Moreno, Carlos Vitaliano Nievas, Mario Roque Cabeza, Nicolás Washington Navarro, Oscar Silvio Gómez, Héctor Ricardo Durán, Oscar Tarifa, José del Carmen Arce, Jorge Eduardo Rodríguez, Jorge Guillermo Agüero, José Segundo Villalobos y Sergio Méndez. También perdieron la vida Rodolfo Vera de 12 años e Hipólito Espín, quien era maestro de la Escuela Albergue Álvarez Condarco, de Villa Nueva. Además, se registraron 26 heridos.
Rosita, el ángel de la Ruta 12
Rosa Cordeje de Pachaco tuvo un rol fundamental durante los primeros auxilios que se le brindaron a los heridos del siniestro. La mujer, propietaria de la Hostería Pachaco se convirtió en enfermera voluntaria prácticamente a la fuerza, ya que tuvo que auxiliar a asistir a varias personas que sufrían siniestro en el tramo d la Ruta 12 que se podía volver un verdadero peligro.
Durante la tragedia en el Tambolar, Rosita fue clave en su rol de asistencia y nexo de comunicación con las autoridades situadas a kilómetros del hecho. “Esa vez no fue al lugar, como solía hacerlo, cuando bajaba a los precipicios para ayudar a subir a los heridos. Se quedó en la casa para recibir a los que llegaba con heridas, junto a un policía del puesto policial”, relató su hija Gilda a Tiempo de San Juan en su momento.
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Rosita de Pachaco, el ángel de la Ruta 12 que vivió en el pueblo hasta el 2003
Así como Rosita, muchas personas tuvieron un rol fundamental en el rescate, traslado y auxilio brindado a los heridos y sobrevivientes de una de las mayores tragedias viales que registra la provincia en su historia, la cual aún sobrevive en la memoria de los sanjuaninos.