Pero ahí estaban los tres juntos, bebiendo en el domicilio de Jacinto Miguel Romero en la calle Costa Canal, en las afueras de Villa Media Agua. El jornalero era soltero. Máximo Fernando “Maximino” Peña, su mujer y sus hijos eran algo así como inquilinos en esa vieja casona, en donde el trato consistía en que familia le preparaba la comida diaria a Romero y a cambio éste les permitía ocupar parte de la propiedad. En cambio, Oscar Alberto “Tatú” González andaba visitando a Peña, su amigo y excuñado.
Fue casualidad esa reunión del mediodía del viernes 6 de octubre de 1995. “Maximino” Peña y su familia se acomodaban para almorzar y llegó Jacinto, así que lo invitaron a sentarse en la mesa. Había buen ánimo ese viernes y el dueño de casa para retribuir el convite sacó un vino para compartir.
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Oscar Alberto "Tatú" González y Maximo Fernando "Maximinio" Peña. Foto de Diario de Cuyo.
Iban por el segundo litro cuando apareció González, que pasaba allí y se prendió a la ronda pese a la mirada hostilidad de Jacinto. A este último no le caía bien el “Tatú” porque decía que le gustaba tomar de arriba y ya otra vez lo había corrido de su propiedad. Pero esa tarde todos disimularon las asperezas y se dejaron llevar por el embriagador sabor del tinto. La mujer de “Maximino” y sus hijos prefirieron salir y los dejaron solos en la casona.
El alcohol y la charla misma haría que tarde o temprano afloraran los resentimientos entre algunos de ellos en esa ronda en la que vaciaron una damajuana de 5 litros y más también. Y el problema fue con Romero, el dueño de casa. Hay dos versiones sobre cómo empezó la discusión alrededor de las 18.
Dos versiones
Según González, Peña empezó a cabecear del sueño y no quiso tomar, entonces Jacinto intentó obligarlo a beber y le largó un fuerte golpe con la mano abierta en la espalda o la nuca. Agregó que “Maximino” respondió con una trompada, ante lo cual el dueño de casa buscó un hacha y se la arrojó contra cabeza, pero no alcanzó a dar en blanco. En ese arrebato, su amigo volvió a pegarle al dueño de casa, pero de ahí en más no recuerda que pasó porque se quedó dormido y despertó horas más tarde, cuando Jacinto ya estaba muerto en su cama, manifestó.
Eso fue lo que declaró en el juicio, pero en otros de sus descargos había afirmado que presenció cómo Peña golpeó a Jacinto Romero en la cocina comedor y que lo llevó a los sopapos a su habitación hasta que lo tiró en la cama.
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El cadáver de Romero fue encontrado en este canal de riego en las afueras de Villa Media Agua. Foto de Diario de Cuyo.
Peña declaró otra cosa. Este changarín describió la escena en la que Jacinto quiso obligarlo a tomar y le lanzó una fuerte palmada en la oreja izquierda, pero negó haberle pegado en esos momentos. De acuerdo con su relato, tras ese corto incidente, él se durmió apoyado sobre la mesa y abrió los ojos más tarde al escuchar un tumulto. Ahí vio que su amigo el “Tatú” González le propinó una trompada a Jacinto.
“Maximino” Peña continuó relatando que no entendía nada y le preguntó a Romero: “¿Qué pasa Miguel?”, pero éste se le fue encima para agredirlo y él dio un golpe de puño para detenerlo. En otra parte de su declaración, reiteró esa versión de que Jacinto luego le tiró un hacha que logró esquivar y en respuesta le aplicó otra trompada.
Sostuvo que ese segundo golpe tumbó al dueño de casa, que golpeó su cabeza contra un trozo de cemento y no se levantó más. Después en compañía de González lo levantaron y lo pusieron en su cama. También contó que fue el “Tatú” quien propuso deshacerse del cuerpo, incluso habló de quemarlo, y que mientras lo llevaban cargando en dirección al canal éste le continuó pegando a la víctima.
Una brutal golpiza
Lo que ninguno admitió fue que esa tarde agredieron a Jacinto Miguel Romero de una manera brutal que le ocasionaron la muerte. A través de las investigaciones quedó acreditado que el jornalero recibió golpes puños y además le pegaron con un palo u otro objeto romo.
El ataque se inició en el sector principal del rancho y continuó en la habitación hasta que lo vieron exhausto y lo dejaron tendido en su cama. Había rastros de sangre en la cocina comedor, pese a que limpiaron e intentaron borrar las huellas de la agresión. En las paredes y en el piso del dormitorio de la víctima y en las sábanas también encontraron manchas rojizas.
Otro punto que salió a luz fue que Peña y González sacaron el cuerpo de Romero de la casa en horas de la noche del viernes o la madrugada del sábado 7 octubre y lo arrojaron en un canal, a 1 kilómetro de distancia. En algún de ese trayecto arrastraron el cadáver. En el sendero que tomaron, los policías encontraron manchas de sangre y algunos trozos desgarrados de la camisa que vestía la víctima.
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Con este titular, Diario de Cuyo daba la noticia sobre el crimen de Jacinto Romero.
El sábado en la mañana, Petronila Díaz y su hija divisaron el cadáver de Jacinto Miguel Romero en un comparto del canal Magdalena, a 8 kilómetros de la Villa Media Agua, y avisaron a la Policía. En principio, la familia de Romero creyó que se había ahogado tras caer accidentalmente al cauce. Es que su bicicleta apareció en otro tramo del mismo canal.
El informe forense desestimó esa hipótesis y reveló que no se trataba de una muerte por asfixia por sumersión. Al jornalero lo habían matado a golpes. El médico forense Alejandro Yesurón constató a través de la autopsia que el cadáver de Romero presentaba múltiples golpes y que una de esas heridas en la zona de la cabeza fue la que provocó su deceso. Estaba desfigurado y presentaba fracturas en un pómulo y en la nariz. Por otro lado, estableció que agonizó aproximadamente 6 horas y ya se encontraba sin vida cuando lo arrojaron al agua.
Los amigos entre rejas
Peña y González pactaron no decir ni una palabra de lo sucedido. De hecho, el sábado ambos se fueron a la fiesta patronales de Lagunas del Rosario y retornaron el lunes. Ese día los dos se anoticiaron de que había encontrado a Romero muerto en un canal, pero siguieron guardando su secreto. “Maximino” tuvo la osadía de concurrir al velorio y darle el pésame a la familia, aunque horas más tarde fue detenido por la Policía. El “Tatú” cayó el martes.
El testimonio de la pareja de Peña complicó seriamente a los dos amigos. Como era lógico, al primer lugar adonde los investigadores buscaron información fue en la casa del propio Romero. Debían hablar con la familia que vivía con él, pues sus parientes dijeron que, como vivía solo, hacía semanas que no lo veían.
La mujer contó que Peña junto a su amigo “Tatú” y Jacinto Romero estuvieron bebiendo durante toda la tarde del viernes 6 de octubre y no observó ninguna pelea. Esto mientras ella estuvo en la casa, porque después salió con sus hijos por un rato largo y, a su regreso, Jacinto ya no estaba. Pensó que el jornalero se había ido a dormir a su habitación y al día siguiente directamente no lo vio.
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Otros tiempos. El reconocido médico forense Alejandro Yesurón durante su declaración en el juicio. En el fondo, el abogado César Jofré y la defensora oficial Nilda Durán. Foto de Diario de Cuyo.
Peña y González se acusaron entre sí y después cambiaron sus declaraciones para favorecerse. En el juicio, en junio de 1997, González aseguró que lo único que hizo fue acompañar a Peña a arrojar la bicicleta al canal y nada más. Peña trató de instalar la teoría del accidente, pues admitió que golpeó a Romero, pero afirmó que en esa caída impactó su cabeza contra un trozo de cemento y no reaccionó más.
El abogado César Jofré, defensor de González, alegó que no había pruebas para atribuirle a éste la coautoría del asesinato y que sólo podían condenarlo por el delito de encubrimiento. La defensora oficial Nilda Durán, representante de Peña, apuntó su estrategia en otro sentido. Sostuvo que no se configuró el delito homicidio simple y que el crimen ocurrió en medio de una pelea entre personas alcoholizadas. Además, remarcó que Romero se ponía agresivo cada vez que se emborrachaba. Por esa razón pidió que se reajustara la calificación del delito por la de homicidio en riña o un homicidio preterintencional.
Para los jueces Diego Román Molina, Raúl Iglesias y Arturo Velert Frau, de la Sala I de la Cámara en lo Penal y Correccional, no quedaron dudas de que los dos acusados participaron en el asesinato. Aclararon que, para ellos, Peña fue el que más agredió a Romero, pero eso no le quitaba responsabilidad a González.
Con ese y otros argumentos, el tribunal condenó a Máximo Fernando “Maximino” Peña a la pena de 9 años de prisión y a Oscar Alberto González a 8 años de cárcel por considerarlos coautores del delito de homicidio simple.
FUENTE: Sentencia de la Sala I de la Cámara en lo Penal y Correccional del Poder Judicial de San Juan, artículos periodísticos de Diario de Cuyo y hemeroteca de la Biblioteca Franklin.