Esto lo confirmó su esposa María Graciela Gómez y unos conocidos suyos, que afirmaron que compartieron unos vinos con Ruperto en el bar de doña Ana Ibazeta de Vicentela sobre la avenida Benavidez, del lado de Rivadavia, frente al predio del Observatorio Astronómico Félix Aguilar.
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Así daba inicio el caso y Diario de Cuyo titulaba la noticia de esta manera.
Ahí también apareció un dato que sería relevante para la causa. Los clientes del bar y la dueña contaron que esa mañana Ruperto Cortez mantuvo un fuerte discusión y pelea con Andrés Mercedes Pérez, otro vecino. Esa versión decía que el chileno después se retiró y a los minutos hizo lo mismo el otro hombre.
Los policías rápidamente pusieron la mirada en ese incidente y tejieron la sospecha de que la disputa entre los dos vecinos continuó en la calle o en otro lugar y que la pelea en el bar podría tener directa relación con la muerte del Ruperto Cortez. Pero no contaban con testigos o pruebas que sostuvieran esa presunción. Al menos, no en los dos primeros días.
El testigo
El martes 18 de febrero, los investigadores tomaron contacto con Celerino Julio, cuya declaración lo convirtió en el testigo clave del caso. Este obrero de la construcción afirmó que presenció la pelea entre Cortez y Pérez dentro del bar de doña Vicentela y luego los vio salir a ambos. Contó que, como Ruperto no regresaba, decidió ir a buscarlo y los vio a lo lejos cruzando la avenida Benavidez.
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La víctima, Ruperto Narciso Cortez. Foto de Diario de Cuyo.
Julio relató que observó que ambos estaban peleando a golpes de puños al borde del canal del Norte, que en esa reyerta Pérez tumbó a Cortez de una trompada y lo dejó inconsciente en el piso. Contó que él se escondió detrás de un árbol para seguir la secuencia del violento episodio y entonces vio una escena aún más aterradora.
Según Celerino Julio, mientras Cortez continuaba en el suelo sin reacción, Pérez lo tomó del cuerpo y lo arrastró unos metros hasta que lo lanzó al caudaloso canal. El testigo dijo que no intervino, que tuvo miedo a que el otro peón lo atacara y por esa razón escapó sin que notara su presencia. A los minutos regresó al bar, continuó bebiendo con sus otros amigos y decidió guardar el secreto de lo que había visto para no meterse en problemas y no sufrir represalias del asesino, declaró.
Detenido y “confesión”
“Quedó esclarecido el crimen del hombre encontrado en un canal”, señalaba la volante de una noticia de Diario de Cuyo, presentada el jueves 20 de febrero de 1964, cuyo título decía: “Ayer tarde se realizó la reconstrucción del hecho”. Es que a las horas nada más de escuchar el testimonio de Julio, los policías detuvieron a Andrés Mercedes Pérez como principal y único acusado del asesinato de Ruperto Pérez.
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Andrés Mercedes Pérez, el acusado. Foto de Diario de Cuyo.
El diario Tribuna dio un título más jugado: “Confesóse autor de un crimen un hombre detenido en la Comisaría 17, Chimbas”. Abajo, agregaba: “Golpeó al amigo y lo arrojó al canal Céspedes”. En esas líneas relataban que Pérez, al principio, negó tener participación en el asesinato, pero más tarde admitió que golpeó a su vecino y lo lanzó al cauce en donde horas más tarde lo encontraron muerto.
Esa supuesta confesión en sede policial existió, incluso Pérez participó de la reconstrucción del asesinato que realizaron los policías y las autoridades judiciales al costado del canal. Pero esa declaración por si sola no era suficiente, pues había que contrastarla con las pruebas y los demás testimonios. El mismo Pérez debía ratificar esos dichos ante el juez.
Retractación
Esto último no sucedió. Al momento de prestar declaración frente al juez de la causa, Andrés Mercedes Pérez se retractó de todo lo afirmado en su confesión y juró que mintió por presión de los policías. El changarín reconoció que mantuvo un altercado con Cortez en el bar Vicentela la mañana de aquel domingo, pero sostuvo que sólo discutieron, que no llegaron a las manos y ahí terminó el pleito.
Su relato descompaginó toda la teoría oficial, pues contó que ese pequeño incidente entre borrachos ocurrió alrededor de las 10 de la mañana, que después él se retiró del bar muy mareado en su bicicleta y pasó por una cancha de fútbol de la zona con intenciones de encontrarse con otros amigos. De acuerdo a su versión, en ese trayecto se cayó y fue auxiliado por Víctor Rodríguez, quien lo ayudó a ponerse de pie y lo acompaño hasta la pensión en donde vivía.
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La Policía y las autoridades judiciales realizaron una reconstrucción del crimen. Foto de Diario de Cuyo.
Pese a que aparecieron más testimonios que respaldaron los dichos de Julio y que derrumbaron la hipótesis oficial, para el juez de la investigación pesó más aquella confesión inicial que involucró a Pérez en el homicidio. Los investigadores dieron por sentado que la segunda declaración y esa retractación era una coartada de Pérez para despegarse del asesinato.
La realidad fue que el testigo Rodríguez ratificó su relato sobre su encuentro casual con el changarín y manifestó que lo dejó en la puerta de la pensión a media mañana. Elba Tránsito Villalba de Ormeño, la dueña de ese conventillo, también declaró que todo eso fue cierto y agregó que recibió a Pérez en la puerta y lo hizo acostar en su pieza. Estas dos personas afirmaron que eso sucedió a media mañana del domingo, como a las 10. La mujer, además, detalló que el acusado durmió hasta las 17 horas y cuando se levantó le sirvió un plato de comida.
Procesamiento
Esos dos testimonios pusieron en jaque toda la investigación que inculpaba a Pérez y lo desvinculaban, aun así, el juez procesó al changarín y lo dejó preso hasta al juicio en 1965. Ahí se definió el futuro del muchacho de 26 años.
El fiscal lo acusó del delito de homicidio simple y pidió 10 años de cárcel entendiendo que había pruebas para condenarlo. Entre sus argumentos, sostuvo que el asesinato fue originado por esa primera pelea en el bar, hecho que fue presenciado por varios testigos que, además, vieron cuando la víctima y el presunto victimario salieron a la calle.
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La víctima y el acusado estuvieron bebiendo en un bar que funcionaba sobre avenida Benavidez, al costado Sur.
Esa parte de la hipótesis encajaba con otra, la de declaración del testigo clave Celerino Julio, quien aseguró que vio con sus propios ojos a Pérez golpear y arrojar al canal a Cortez. Y por si eso no alcanzaba, el fiscal pidió que tomaran como válida la confesión inicial del acusado a poco de ser detenido y que tacharan por nula la declaración posterior en la que se retractó y negó la autoría del crimen.
El tribunal de la Cámara Penal compuesto por los jueces Tristán Balaguer Zapata, Carlos Santiago Graffigna y Alejandro Martín analizó todas las pruebas y de forma puntillosa empezó a hacer caer la acusación y la teoría oficial.
Lo primero que remarcó fue que Celerino Julio nunca ratificó su declaración. Después de aquel contundente testimonio con el que complicó a Pérez y lo involucró en el asesinato, no volvió aparecer ni en la Policía ni en tribunales. No respondió a las sucesivas citaciones judiciales y jamás fue localizado para que concurriera al debate oral y público. La conclusión era sencilla: sin el testigo clave, la acusación fiscal se caía.
Otro dato no menor surgió a partir de la hora del deceso de la víctima. El informe forense reveló que el chileno Cortez murió entre las 14 y 15 horas del domingo 6 de febrero de 1964. Contrariamente, el supuesto testigo clave contó que la víctima fue golpeada y arrojada al cauce a media mañana. Eso también le quitaba credibilidad al relato de Julio.
Como el principio
La importante diferencia de horarios y los testimonios, excepto aquella declaración de Julio, favorecieron y respaldaron la coartada de Andrés Mercedes Pérez. El vecino Víctor Rodríguez afirmó que lo auxilió y lo acompañó hasta su pensión aproximadamente a las 10 de la mañana. Elba Villalba de Ormeño, la dueña del conventillo, dijo que a esa hora recibió a Pérez y dio fe que éste durmió hasta 17 horas en ese inmueble.
Es decir que, en horas del mediodía y la siesta, Pérez estaba durmiendo. Y la muerte de Cortez se produjo pasadas las 14. Por otro lado, una empleada del antiguo Hospital San Roque -que funcionaba en el predio del Hogar de Ancianos- de nombre Victorina Tejada declaró que se cruzó con “El Naza” Cortez a las 14 horas sobre la Benavidez y hasta saludaron. Hilda Vergara, una vecina, también aseguró que vio a Cortez a la misma hora sobre la misma avenida y mantuvo una breve charla.
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Pérez permaneció detenido un año en la cárcel hasta que lo absolvieron. Foto de diario Tribuna.
La ecuación no cerraba. Dos testimonios daban por acreditado que Pérez estuvo en la pensión a partir de las 10 de la mañana y durmió hasta aproximadamente a las 17, mientras que las declaraciones de una enfermera y una vecina dan por sentado que vieron a Cortez con vida alrededor de las 14 y hasta dialogaron con él sobre la Benavidez.
Los celadores de las compuertas de la usina de la fábrica de carburos, para más datos, contaron que revisaron las parrillas del cauce y hasta las 14.30 no vieron el cuerpo. Pero el testimonio que fue determinante en la decisión de los jueces fue el de María Gómez de Cortez, la esposa del fallecido, que contó que su marido se amaneció, que el domingo a la mañana se fue al bar de Vicentela y regresó a las 12. Que allí comió en la casa y volvió a salir del domicilio pasadas las 13 con dirección al bar.
Todo indicaba que Celerino Julio, el testigo clave no era tal y que había mentido, y que Andrés Mercedes Pérez resultaba ajeno al crimen. Y así lo interpretaron los jueces y el 6 de septiembre de 1965 firmaron la absolvieron al changarín en el delito de homicidio simple. La pregunta que aun persiste es quién mató entonces al chileno Ruperto Narciso Cortez.
FUENTE: Sentencia de la Cámara Primera en lo Penal, artículos periodísticos de diario Tribuna y Diario de Cuyo, y hemeroteca de la Biblioteca Franklin.