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Historias del Crimen

El asesinato de "El Petaca": el cadáver con 69 puntazos y la cabeza destrozada en la fosa de un taller en Chimbas

El 8 de julio de 1995, encontraron a Ramón “Petaca” Bustos asesinado dentro de la fosa de un taller del automotor. Tenía la cabeza destrozada y 69 puntazos en el cuerpo. El homicida resultó ser un joven vecino.

Por Walter Vilca

Sesenta y nueve puntazos con un destornillado y un par de golpes con un martillo que destrozaron el cráneo de la víctima. Pero lejos de calificar el hecho como un asesinato con alevosía, entendieron que el crimen fue consecuencia de la acción desmedida de un joven violento y peligroso, capaz de convertirse en un gran simulador con tal de cubrirse y que no demostró arrepentimiento en ningún momento.

Diecinueve años tenía Alfredo Nicolás “El Cuero” Sosa y todavía muchos se preguntan qué lo llevó a cometer semejante atrocidad. Aquel viernes 7 de julio de 1995, el joven cuidacoches había sido invitado al cumpleaños de 18 de su amiga Sandra en la calle Mendoza, casi Benavidez, en la popular Villa El Salvador de Chimbas.

“El Cuero” llegó en bicicleta a la casa de esa familia y se sumó a la mesa de la cumpleañera, de otros amigos y algunos parientes. Había clima de fiesta. Esa noche comieron asado y empanadas y corrieron algunas cervezas para amenizar la reunión. Más tarde alguien subió el volumen de la música y hasta bailaron en la primera hora del sábado 8 de julio.

En el fondo de esa propiedad vivía Jesús Trigo, que no era parte del festejo, pero que también estaba bebiendo junto a Aldo Rodríguez, Pedro Santander y Ramón Oscar “El Petaca” Bustos. Todos se conocían del barrio, de la zona.

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El hecho sucedió en un taller de calle Chubut, en Villa El Salvador, Chimbas.

El hecho sucedió en un taller de calle Chubut, en Villa El Salvador, Chimbas.

“El Petaca” contaba con 51 años. No tenía domicilio fijo, hacía de casero y dormía en un taller de electricidad del automotor de calle Chubut, en el mismo barrio, y durante el día trabajaba de repartidor para un vecino que poseía una distribuidora. La casa de “El Cuero” estaba a unas pocas cuadras cruzando la Mendoza, en el barrio Pateta.

Puede que haya existido algún conflicto previo entre “El Cuero” Sosa y “El Petaca”. Un malentendido, una pelea anterior o sólo la mala vibra entre vecinos por cuestión piel. Nunca se aclaró ese punto, pero en los primeros minutos del sábado ambos se cruzaron en un pasillo de esa propiedad y se dijeron algo no muy amistoso.

La versión oficial afirma que discutieron y que “El Petaca” Bustos le metió un sopapo al joven. Como “El Cuero” Sosa no se achicaba con nadie, aparentemente se trompearon o se largaron unos manotazos. Ninguno de los presentes, en una y otra reunión, fueron presenciaron ese incidente. El que contó acerca de la pelea fue el propio muchachito en una declaración dada posteriormente en la Policía y de la cual se retractó en sede judicial.

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Ramón Oscar

Ramón Oscar "El Petaca" Bustos, la víctima. Foto de Diario de Cuyo.

La pelea fue corta y la dejaron ahí, pues en teoría después hicieron las paces y, para limar asperezas, “El Petaca” Bustos invitó a “El Cuero” Sosa a tomar una cerveza en el taller donde se quedaba.

El hombre mayor regresó a la ronda que compartía con sus amigos y se despidió. Dijo que estaba cansado y debía levantarse temprano ese sábado en la mañana porque tenía que salir a repartir mercadería. El joven también se retiró, aunque ni siquiera avisó que se marchaba a los otros invitados y a los dueños de casa.

Sería la 1.30 de la madrugada de ese sábado 8 de julio de 1995 cuando “El Cuero” y “El Petaca” entraron al taller de calle Chubut. Qué pasó en esos momentos, es todo un misterio. La hipótesis oficial fue que volvieron a desconocerse y de nuevo se armó la gresca. Bustos se encontraba borracho, al igual que el joven, pero éste le llevaba ventaja por su estado físico y porque todos lo conocían por agresivo. En cambio, del hombre mayor se decía que era muy pacífico.

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El cadáver de

El cadáver de "El Petaca" fue encontrado dentro de este taller. Foto de Diario de Cuyo.

Allí estaban los dos solos, frente a frente y sin testigos a la vista. Y se trenzaron a golpes, aunque “El Cuero” fue más decidido y despiadado. Durante el forcejeo ambos cayeron a la fosa del taller y en esos instantes el joven agarró un destornillador con el que atacó con furia a “El Petaca”. Estaba cegado de odio, tanto que se cansó de largarle puntazos al cuerpo. De remate, tomó un martillo que encontró en el lugar y le pegó en la cabeza hasta destrozarle el cráneo.

Ramón Oscar “El Petaca” Bustos no se movió más, quedó agonizando y ahogándose con su propia sangre. “El Cuero” Sosa volvió en sí y abandonó el taller en dirección a su casa. Al llegar a su domicilio recordó que había dejado su bicicleta en la casa de su amiga Sandra, así que pegó la vuelta. En esos minutos se cruzó en la calle con la hermana mayor de la cumpleañera, que vivía en esa zona. A su regreso también encontró a los amigos de Bustos en una esquina y pasó de largo.

Esa noche, Alfredo Nicolás Sosa durmió en su domicilio y a la mañana se levantó a tomar mate con su madre. A su hermana le pidió que le lavara la ropa. “El Cuero” aparentaba estar relajado, pero fue hasta que golpearon la puerta de su casa. Lo buscaban los policías de la Comisaría 17ma, que le comunicaron que debía presentarse en la sede de la dependencia porque necesitaban hacerle unas preguntas.

No hubo testigos presenciales del asesinato. "El Cuero" Sosa quedó involucrado porque lo vieron salir del cumpleaños casi a la misma hora que se marchó "El Petaca" y después lo vieron andar solo por la zona.

Para entonces los efectivos de esa seccional, de la Brigada de Investigaciones de la Central de Policía y de División Criminalística retiraban el cadáver Ramón “El Petaca” Bustos. Enrique Trigo, un empleado del taller, había encontrado unas horas antes el cuerpo del changarín todo ensangrentado dentro de la fosa. Este avisó al dueño del galpón, de apellido Mondín, quien constató la muerte del sereno e informó sobre el asesinato a la fuerza provincial.

El médico forense Alejandro Yesurón dio un informe de autopsia que resultó espeluznante. El cadáver de Bustos presentaba 69 heridas contuso cortantes, posiblemente ocasionadas con un objeto puntudo. Reveló que presentaba traumatismo facio craneal, pues detectó lesiones por golpes en el rostro y el cuello, pero, además, una fractura de cráneo producto del ataque con otro elemento pesado. El especialista concluyó que “El Petaca” no murió en el acto, dado que agonizó un rato hasta que falleció alrededor de las 2 de la madrugada.

Los peritos recogieron un destornillador y un martillo que encontraron al lado del cuerpo. Evidentemente se trataba de los elementos empleados en el homicidio. Por otro lado, tomaron los registros de unas pisadas que hallaron. Eran huellas de zapatillas.

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Alfredo Nicolás

Alfredo Nicolás "El Cuero" Sosa, el homicida. Foto de Diario de Cuyo.

Ese sábado 8 de julio de 1995, la Policía detuvo a los amigos de Bustos que estuvieron bebiendo con él en el patio de esa propiedad de calle Mendoza. De igual manera citaron a Sosa en razón de que un par de testigos aseguraron que el joven se ausentó de la fiesta a la misma hora que se marchó la víctima y después lo vieron pasar solo por la zona.

Alfredo Sosa se presentó en la comisaría en compañía de su madre en horas del mediodía y los policías lo detuvieron. El joven tenía algunos raspones y golpes que hacían presumir que había tenido una pelea, entonces los investigadores comenzaron a hacerle preguntas y lo pusieron en aprietos hasta que finalmente confesó.

En presencia de un abogado defensor y el jefe de la comisaría, “El Cuero” Sosa reconoció que él había asesinado a su vecino “El Petaca”. En esa confesión, habló de la discusión y la pelea que mantuvo con él en un pasillo de la propiedad donde festejaban el cumpleaños. Agregó que Bustos le pegó una trompada en la boca, pero después le pidió disculpas y lo invitó a beber al taller. Según esa declaración, al ingresar al galpón pelearon otra vez, cayeron a la fosa y ahí lo atacó con un destornillador y un martillo.

Esa confesión hundió a Alfredo Sosa, que a partir de ese día fue señalado como único autor del asesinato de “El Petaca”. Y las pericias les pusieron el moño a las pruebas en su contra: el cotejo del dibujo del calzado que levantó la Policía en la fosa demostró que correspondía a sus zapatillas. También encontraron unas huellas dactilares en el mango del martillo secuestrado, que resultaron idénticas a la de los dedos del joven.

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Sosa en una de las audiencias, al fondo aparece su defensor, el abogado Horacio Merino. Foto de Diario de Cuyo.

Sosa en una de las audiencias, al fondo aparece su defensor, el abogado Horacio Merino. Foto de Diario de Cuyo.

Las demás personas que estaban bajo sospechas dieron una coartada que justificaba donde estuvieron y qué hicieron en la franja horaria en que asesinaron a Ramón Oscar “El Petaca” Bustos. No así Alfredo Sosa, cuya confesión inicial y las pericias lo colocaron indudablemente en el lugar del asesinato. Incluso mintió afirmando que se retiró de la fiesta en compañía de la hermana de la cumpleañera, pero esa versión fue negada por la mujer. En relación los raspones y golpes en su cuerpo, él había dicho que sufrió esas heridas al caer de un árbol que podaba. Sin embargo, eso no se pudo corroborar.

Sosa permaneció detenido con prisión preventiva hasta que fue juzgado en una debate oral y público en febrero de 1997 en la Sala I de la Cámara en lo Penal y Correccional. Las audiencias no empezaron bien. “El Cuero” Sosa puso en escena sus cualidades de actor frustrado e intentó engañar a los jueces aduciendo que no escuchaba y tenía dificultades en el habla.

Quería hacerse pasar por hipoacúsico, aunque por ratos hablaba casi normal. Y más cuando se retractó de aquella confesión hecha el día de su detención y acusó a los policías de presionarlo y apuntarle con una pistola para que firmara dicha declaración. Su actitud generó malestar entre los jueces Raúl Iglesias, Arturo Velert Frau y Diego Román Molina, que no le creyeron nada. La fiscal Alicia Esquivel hasta le llamó la atención, además porque no existía certificación médica alguna que acreditara su incapacidad.

Un psicólogo que examinó a Sosa concluyó que el joven fingía y lo calificó como una persona peligrosa con un trastorno antisocial e impulsiva, así que las audiencias continuaron. El abogado Horacio Merino, su defensor, mientras tanto buscó tirar abajo las pruebas que complicaban al muchacho e insistió en su inocencia, pero no tuvo éxito.

Alfredo Nicolás Sosa, alías “El Cuero”, fue condenado el 5 de marzo de 1997. Para ese entonces tenía 21 años. Los jueces consideraron como atenuante su edad, la faltan de condenas anteriores y su bajo nivel intelectual, pero remarcaron la brutalidad del asesinato. Aunque no pudieron probar la alevosía, el tribunal lo condenó a 15 años de prisión por el delito de homicidio simple.

FUENTE: Sentencia de la Sala I de la Cámara en lo Penal y Correccional, artículos periodísticos de Diario de Cuyo, testimonios de fuentes del caso y hemeroteca de la Biblioteca Franklin.

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