Las hipótesis fueron la de la falla mecánica, un desperfecto en el sistema eléctrico o el propio error humano. Una a una de las teorías se fue despuntando, pero a más de veinte años de la insólita tragedia de un empresario en el montacargas del conocido hotel de San Juan, las preguntas en torno al caso continúan flotando.
Es que fue insólito lo que sucedió en los primeros minutos del miércoles 20 de diciembre de 2006 con el empresario mendocino Carlos Mazal, el entonces propietario de una popular cadena de locales de ventas de muebles y artículos del hogar. El hombre solía venir seguido a San Juan para supervisar la reciente apertura de su primer local en la provincia y solía hospedarse en compañía de su esposa en el Hotel Alcazar.
El matrimonio salió esa noche y retornó al edificio de calle Laprida en un auto Fiat Palio. La mujer descendió en la vereda y se dirigió al lobby del hotel para esperar a que Carlos Mazal guardara el auto en el estacionamiento situado en el subsuelo. Ella aguardó, pero al cabo de un rato empezó a ver que el personal corría y pedían que llamaran a la Policía y a los bomberos. La señora no entendía qué pasaba hasta que preguntó y una empleada le respondió que acababa de producirse un accidente, que un auto había caído por el hueco del ascensor de vehículos del hotel.
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Un fotógrafo de Diario de Cuyo captó el momento en que los bomberos inspeccionan el montacargas.
La mujer se desesperó porque sabía que su esposo estaba allí y entonces insistió en saber quién era el accidentado. La contestación la dejó muda. En medio del revuelo escuchó que hablaban del ocupante de un Fiat Palio, o sea, de su marido. Primero no quisieron decirle nada, pero después no se lo pudieron ocultar. El accidentado era Carlos Mazal y estaba muerto dentro de su coche.
El accidente fue inusitado y absurdo a la vez. Las informaciones señalaron que el empresario avanzó con su coche hacia la cabina del elevador y se perdió en el vacío. Las fuentes policiales afirmaron que el vehículo cayó de trompa y se precipitó por una altura de 6 metros hasta que impactó con la base del montacargas, que estaba detenido dos pisos abajo en el sector del subsuelo.
El peso del rodado hizo que el golpe fuese tremendo. El vehículo se estrelló de punta y quedó dado vuelta, apoyado sobre su techo. Mazal no tenía puesto el cinturón de seguridad, se dijo en esos días, fue así que se estampó contra el vidrio y el tablero del coche. El empresario de 60 años murió en el acto producto de las diversas heridas contusas en la cabeza y el tórax, contaron.
También se supo que el empleado que se encargaba de operar el autoelevador había salvado su vida de milagro. Esa persona se encontraba dentro del montacargas cuando se precipitó el auto y por centímetros nada más el vehículo no cayó encima suyo y lo aplastó.
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Una de las imágenes referidas al caso, publicadas por Diario de Cuyo.
Lo que nadie podía explicar era qué había pasado. El elevador poseía un portón de ingreso al sector del montacargas, pero además unas rejas protectoras que abría paso o impedía el acceso a la plataforma misma de la cabina. ¿Cómo fue entonces que Mazal llegó hasta allí y cayó por el hueco del elevador?, fue la pregunta.
Los bomberos y los técnicos que llegaron al lugar especularon que hubo una falla mecánica que hizo que el portón quedara abierto, al igual que la reja protectora al ingreso del montacargas. Sin embargo, los peritos revisaron todo el mecanismo y no encontraron ninguna anomalía, aunque esa fue la primera hipótesis acerca de la causa del siniestro.
Por otro lado, revisaron las instalaciones eléctricas de todo el elevador, por si detectaban un corto circuito o un desperfecto en las instalaciones que ponían en marcha al dispositivo mecánico. Pero tampoco advirtieron deficiencias de tipo eléctricas.
En el hotel no hicieron declaraciones en relación con el caso, pero días después dejaron trascender que sus directivos responsabilizaron directamente al huésped. Uno de los encargados afirmó a la prensa que, por norma, ningún visitante del hotel ingresaba su auto al estacionamiento por su propia cuenta. Explicó que para eso tenían un empleado que operaba el montacarga, quien se ocupaba de ingresar el auto, subirlo a la cabina del ascensor y bajarlo para luego estacionarlo en la playa del subsuelo.
La explicación que dieron algunas fuentes oficiales fue que se trató de una imprudencia por parte del huesped y que nada tenía que hacer allí, que para eso había un encargado que se ocupaba de bajar el auto.
Es decir, según esa explicación, Mazal no tenía nada que hacer allí. El debió llamar al encargado o al conserje del hotel y entregarle la llave del auto para que fuera el personal el que llevara el auto al subsuelo. Por otro lado, en ningún momento si habló sobre la existencia de cartelería o señalización en ese lugar en forma de prevención.
Un bombero que trabajó en el caso recordó que todo llevó a reforzar la hipótesis de que se trató de un error humano, en este caso de la propia víctima. Ese exmiembro de la Policía hizo memoria y dijo que, supuestamente, abajo estaban haciendo unas reparaciones y por esa razón el portón y las rejas montacargas permanecían abiertos. Que en esos momentos llegó el empresario a bordo del auto y, como vio abierto el ingreso, avanzó con su auto para entrar a la cabina del elevador, sin percatarse que el ascensor estaba abajo y lo único que iba a encontrar era el hueco.
Fue imposible conocer en qué terminó la causa penal y civil por la muerte del empresario mendocino, pero el insólito accidente obligó a extremar las medidas de seguridad dentro del hotel y todos los edificios que cuentan con elevadores. Desde ese entonces no se repitió un accidente de estas características.
FUENTE: Artículos periodísticos de Diario de Cuyo, testimonios de policías que trabajaron en el caso y archivos de la hemeroteca de la Biblioteca Franklin.