Cuando todo estaba listo para que este jueves diera inicio la audiencia de formalización contra los trece implicados en la megaestafa por más de 60 millones de pesos en perjuicio de la firma sanjuanina Un Rincón de Nápoli, a los pocos minutos de que tomara la palabra el juez, se suspendió. El motivo: uno de los imputados no estaba notificado. De todas maneras, por primera vez se conocieron los rostros de las otras doce personas que supuestamente se confabularon para desviar parte de las medias reses que tenían como destino a la conocida firma sanjuanino, y que se la facturaban como vendidas, y que a posteriori eran comercializadas a otros negocios.
En esa lista figuran Walter Mauricio Espejo Salinas, empleado del sector carnicería del propio Nápoli, quien junto a Germán Andrés Jofré -el ausente- habrían sido una pieza clave en esta trama para concretar la estafa tipo hormiga. Otros son: Pedro David Rodríguez, Alberto Ariel Galeote, Heber David Fernández, Ricardo Nicolás Giordano, Carlos Javier Asis, Jorge Alejandro Brizuela, Germán Antonio Mallea, César Orlando Luna y Jesús Matías Núñez, todos éstos repartidores de las abastecedoras de Carnes Aguilera, Carnes San Agustín y Carnes Parra, según fuentes judiciales.
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El fiscal Guillermo Heredia junto con el ayudante fiscal Federico Pereyra (al costado derecho). Entre los defensores había algunos abogados conocidos, como la defensora Sandra Leveque, y los letrados Horacio Merino, Martín Zuleta y Claudio Vera.
Dentro de ese engranaje también había comerciantes que compraban la mercadería mal habida. Una de ellas sería Manuela Nahir Luna Ruiz, de la carnicería Trozadero Mar, y Ángel Ezequiel Romero, propietario de otro negocio minorista, ambos ahora también señalados como sospechosos.
Los fiscales Guillermo Heredia y Eduardo Gallastegui, junto con el ayudante fiscal Federico Heredia, iban formalizar este jueves la causa penal contra ellos por presunto delito de estafa, pero ni bien comenzó la audiencia presidida por el juez de garantías Sergio López Marti, se percataron que faltaba uno de los citados. La fiscalía puso en conocimiento al magistrado y a los abogados defensores de que Germán Andrés Jofré no había sido localizado y por tanto no estaba presente.
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En la foto aparece Walter Espejo (de chomba) junto a los implicados. Este hombre era empleado de Un Rincón de Nápoli junto a Jofré, el ausente en la audiencia.
Por lo que expusieron, los policías se equivocaron de dirección y fueron a otro domicilio de Rivadavia, donde dijeron no conocer a Jofré. Esto llamó la atención. Sucede que la ubicación que aportó la fiscalía era la correcta, incluso anteriormente allanaron ese domicilio con resultado positivo, explicaron.
A raíz de la ausencia del tercer implicado, la fiscalía como los abogados defensores entendieron que no podían iniciar formalmente la audiencia sin su presencia. Fue así que el juez López Marti resolvió suspenderla hasta tanto logren notificar a Jofré para una próxima audiencia a fijar. Y si no se presenta, es posible que lo busquen con la fuerza pública.
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El juez de garantías Sergio López Marti.
Este hombre es uno de los principales involucrados, dado que es otro empleado de Un Rincón de Nápoli que está sospechado de facilitar la maniobra desde adentro del negocio: se cree que recibía la mercadería y hacía la "vista gorda" con el faltante de las medias reses al momento de controlar las cantidades que descargaban, de esa manera daba inició la maniobra. Fuentes del caso confiaron que, una vez que se conoció la denuncia, Jofré abandonó el trabajo y desapareció.
La maniobra delictiva fue detectada en noviembre pasado, pero la confirmaron en diciembre y recién ahí radicaron la denuncia en la UFI Delitos Informáticos y Estafas. Se trataría de una estafa tipo hormiga que intentaban hacer pasar desapercibida, pero que en plata significaba cifras varias veces millonarias.
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La sospecha de los investigadores es que los repartidores retiraban de las abastecedoras el número de medias reses que pedía el Nápoli y las transportaban a dicho negocio. Sin embargo, a la hora de descargar la mercadería a los depósitos del supermercado bajaban una cantidad de carne menor a lo acordado y aún así facturaban el total del pedido.
Esa diferencia entre las medias reses que figuraba en las boletas y las que realmente ingresaba a las cámaras frigoríficas del negocio, era lo que hacían desaparecer intencionalmente, previo acuerdo entre los empleados del súper y los repartidores. En teoría, dejaban las medias reses en sus respectivos camiones y a posteriori las vendían a escondidas a otros supermercados, negocios y carnicerías de barrios para quedarse con el dinero y luego repartirlo.
