Habla inglés y francés. Es experto en Matemática y enseña como nadie los intrincados caminos de la Física o las fórmulas de Química. No tiene título, pero gracias a la tarea que ha desempeñado toda su vida tratando de ayudar, todos conocen a Pedro Manrique como el “el maestro de San Martín”. Alejado de los celulares porque “lo marean” y siempre con un libro en la mano, la vida del hombre de 73 años cambió por completo el pasado 13 de enero, cuando inesperadamente su casa ardió y desapareció bajo las llamas. Perdió todo. Sus vecinos se levantaron espontáneamente para ayudarlo y fueron colaborando de a poco. Ahora le falta su herramienta fundamental: la pizarra.
Sólo por gusto, Pedro creció rodeado de libros en su casa de la localidad La Puntilla sobre calle Nicolás Avellaneda. Aquella que había construido su abuelo tras llegar a San Juan desde Siria, adobe por adobe, y en la que vivía con sus padres y sus tres hermanos. Con una capacidad admirable para aprender cada contenido terminó el Secundario en la única escuela de ese nivel que había en su departamento en aquella época, la Augusto Pulenta.
“Terminé en 1974 fue parte de la primera promoción, que hace poquito cumplió los 50 años. Todos mis compañeros se habían quedado con materias pendientes. Ellos mismos decían, ‘bueno, vamos al Pedro para que nos ayude’. Y ellos tenían hermanos, tenían primos. Cuando quise acordar, tenía un montón de gente alrededor mío que iba en búsqueda de algo”, cuenta a Tiempo de San Juan sobre el inicio de su docencia por vocación.
Advirtiendo lo que pasaba, Pedro se animó a contarles a sus padres que quería estudiar para ser profesor de Francés. Pero ellos se negaron, porque temían que el aprendiera bien el idioma y se fuera del país. Entonces, un amigo lo invitó a estudiar para ser Asistente Social. En esa carrera se embarcó. Sin embargo, a los dos años, un conjunto de cosas lo llevaron a dejar los estudios.
“Estudiaba en la Facultad de Ciencias Sociales cuando estaba en el edificio de la Superior Sarmiento. Hice dos años y ahí empezó la dictadura militar. Era peligroso, todos decían que se llevaban a los alumnos y yo iba y venía en colectivo, llegaba muy tarde a mi casa. Entonces, a mi mamá le dio miedo y me pidió que no fuera más”, recuerda el hombre.
Con su carrera trunca, Pedro empezó a leer cada vez más e hizo distintos cursos, como el de dactilografía. Trabajó como secretario en Soeva y también tuvo en su casa una sucursal de estafeta postal. Más allá de eso, siempre continuó con las clases de apoyo para todos sus vecinos.
De ese modo, su vida siguió el camino de la docencia casi por designio divino. De hecho, hasta el mes pasado, les enseñaba a hijos de padres a quienes ya había ayudo. Siempre bajo la misma consigna, no cobra recibe lo que le den.
El incendio que lo cambió todo
Esa tranquilidad y paciencia que caracterizan a Pedro se vio alertada el pasado lunes 13. “Tipo 4 de la tarde yo estaba acostado, escuchando a una radio chiquita portátil, cuando vi el fuego en el fondo. Las llamas, que no sé de dónde salieron, agarraron una palmera y a partir de ahí fue como una llamarada que empezó a tomar todo. Me asusté y disparé, pero cuando estaba saliendo me calló una rama encendida en el brazo y ahí me quemé”, dice Pedro mientras se señala una venda bajo la manga de su camisa.
Los vecinos llegaron tan rápido como lo hicieron los Bomberos, pero nadie pudo hace nada. Pedro, perdió todo. “Estaban el aula que me había armado, los muebles de mis abuelos. Fotos, cuadros. Y también lamento mis libros, que se han quemado todos. Había muchos libros muy valiosos. Es triste”, dice el maestro de vocación.
Y es ahí cuando Miguel Gaytán, un exalumno de Pedro, interviene en su charla y hace el pedido que quien le enseñó tantas cosas no se anima a hacer. “Lo que necesitamos ahora es una pizarra, de las blancas, como la que tenía Pedro y que se quemó. Ya estamos cerca de febrero y él en esta época ayuda muchísimo a los chicos del departamento. Él la puede usar acá, en la casa de su hermano, para seguir enseñando”, dice el sanmartiniano que, junto a un grupo de vecinos se puso al hombro la campaña para ayudar a Pedro.
Embed - Una pizarra para Pedro, el maestro por vocación de todo San Martín
Pero el mismo Pedro lo interrumpe: “Yo quiero aclarar que me estoy quedando en la casa de mi hermano y me han ayudado tanto que ya tengo muebles, ropa y el municipio y el Ministerio de Familia me han dicho que van a ayudar a reconstruir mi casa. Sólo me falta la pizarra”, afirma. Y aprovecha para contar que está muy sorprendido: “Nunca creí que la gente se iba a preocupar tanto por mí y me iba a ayudar como lo han hecho. Alguien me dijo, ‘estás cosechando lo que se sembraste’, pero no sé me emociona mucho”.
Entonces, se prepara para la foto, toma la pizarra negra pequeña que le han llevada para que use mientras tanto y escribe el mensaje a sus vecinos: “Gracias por todo, me llenaron de esperanza”.
Para ayudar: quienes quieran colaborar con Pedro pueden ayudarlo con una pizarra, marcadores, libros de estudio, cuadernos, lapiceras y todo lo que sirva para sus clases. El número de Miguel Gaytán, el alumno que lo está ayudando, es 264-5179034 y las cuentas disponibles son las siguientes: