“Mi viejo era un poco junta cosas. Le gustaban las antigüedades, los relojes, los autos y las motos. Creo que por eso lo llevo en la sangre”, explica Claudio Báez, el sanjuanino que entre su trabajo y su familia desarrolla un hobby que resiste al paso del tiempo: el coleccionismo. Con su fanatismo enfocado en los autos, se inclinó por el plastimodelismo llevando a que hoy en día su colección este compuesta por alrededor de 2.000 piezas, cada una de ellas, con una valiosa historia detrás.
El sanjuanino recuerda que su primera maqueta llegó a su vida a los 10 años. La compró en un local que se encontraba en Av. Libertador, y allí, casi sin premeditarlo, inició un viaje que no solo continúa, sino que hoy comparte con su hijo. “Comencé a armar maquetas de autos que vienen desarmados por piezas, en planchas. Viene un manual para pintar y pegar de una manera determinada. Es un auto que queda con buenos detalles, de buena calidad”; explica con pasión Claudio.
No solo las piezas se volvieron coleccionables, sino que además encontró en el plastimodelismo una práctica que demandaba tiempo, dedicación y aprendizaje. Pese a ello, Claudio no se consideraba coleccionista hasta que entendió que el simple hecho de ir creciendo en cantidad de maquetas lo convertía en eso.
“Me gustan los diseños de los autos, quien lo hizo, porque qué, para qué. Hoy debo tener 2.000 piezas en total. La mayoría están guardadas en cajas porque espacio no hay, tengo, pero después no sabes para donde disparar”, comenta entre risas.
Gran parte de las piezas de la colección de Claudio han sido exhibidas en distintas exposiciones, sobre todo en las organizadas por Locura en Escala San Juan, grupo al que se sumó al poco tiempo de su creación. Si bien asegura que en varias oportunidades pensó en vender parte de su colección, reconoce que en San Juan no hay mucho público para ello, por lo que debería salir a otra provincia.
Convivir con un coleccionista puede no ser tan sencillo. Mientras el hijo de Claudio disfruta de cada objeto con el que juega con su padre, la pareja no piensa lo mismo. “Mi señora dice que ya tengo mucho. A veces se cansa, por lo que tenes que saber decidir entre la familia y el hobby”, explica.
Un detalle no menor es que cada pieza que adquirió ha sido reparada por Claudio. “Eso es muy importante, porque yo los limpio, los restauro y eso las hace especial e importante. Ojo, hay piezas que no se restauran porque quedan mejor con su aspecto original, con el paso del tiempo”, asegura el sanjuanino.
Sin duda el tesoro más valioso que guarda es el valor de su colección. Al preguntarle cuánto fue lo máximo que pagó por una pieza, prefirió no entrar en detalles. Sucede que muchas veces no se entiende el fanatismo que hay por encontrar algo que sea único, digno de ser apreciado.
“Antes de tener a mi hijo, todo era dedicado al hobby y al trabajo. Si bien tengo varias piezas, es algo que nunca se termina, porque siempre hay una pieza nueva. Hay fábricas que largaron catálogos con todos sus modelos y a veces sacaban inéditos; otras no sacaron catálogos y es un misterio que aparezca algo nuevo. Uno siempre está a la expectativa”, confiesa el coleccionista.