“Mi nombre es Arsenia Castro viuda de Dojorti”. Así se presenta la huaqueña de nacimiento mientras se acaricia las manos, acomoda su remera y se coloca delante de una de las entradas del Molino de Huaco, el mayor de los tesoros que se encuentra en las entrañas del pueblo jachallero. El amor que vivió hace más de seis décadas y los destinos de la vida la llevaron a ser la encargada de cuidar el espacio, mantenerlo en condiciones e incluso recibir a los visitantes que, movidos por la curiosidad, pasan por el lugar con intenciones de conocer su interior.
El molino fue construido en 1775 por José María Suárez y Poblete para la producción de harina utilizando los granos de trigo que se daban en la provincia. Para tener una idea, en aquel entonces San Juan contaba con más de 15.000 hectáreas de este cultivo. En el siglo XIX pasó a quedar en manos de la familia Dojorti. Así es como aparece Arsenia en la historia.
“Mi marido es primo hermano del poeta Eusebio de Jesús Dojorti”, recuerda Arsenia. Eusebio es mejor conocido en todo el país como Buenaventura luna, el poeta, periodista y cantor que puso en escena a Huaco y Jáchal. “Tuve la suerte de casarme con un Dojorti”, comenta entre risas.
Arsenia y su marido llegaron al Molino para asumir el papel de cuidadores en 1968. Allí no solo le pusieron atención al estado y mantenimiento del monumento, sino que también tuvieron su vida. Los cuatro hijos de ella nacieron bajo la estructura histórica, hoy todos realzados y con familia.
Cerca de Arsenia solo se encuentra Carlos, uno de sus hijos que se quedó en el pueblo. La misión sin duda de los Dojorti en Huaco es velar por Buenaventura. Tal es así que mientras Arsenia es la encargada de cuidar su molino, Carlos le dedicó alrededor de 40 años al cuidado de la tumba del gran poeta, ya que fue guardián del Cementerio de Huaco.
image.png
Carlos Dojorti en el Cementerio de Huaco
Hoy, con 82 años, Arsenia combina en su mirada hacia el molino un poco de orgullo y otro poco de tristeza. Sostiene que mientras ella siga con vida y su cuerpo lo permita, dedicará la atención y los cuidados que el espacio necesita sin titubear, pero le entristece ver cómo el edificio está cediendo al paso del tiempo, temiendo por el futuro de la infraestructura.
“Mientras yo viva acá esto se va a cuidar muchísimo. He cumplido 82 años amparando este molino y lo seguiré haciendo”, reflexiona Arsenia Castro, la guardiana del Molino de Huaco.