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Relato

El horror que vivió la pareja argentina que escapó del frigorífico en Polonia: "Vimos compañeros apuñalarse"

Lucas y Milagros emigraron con la promesa de un buen trabajo en un frigorífico porcino, pero estuvieron 2 meses esclavizados.

Por Redacción Tiempo de San Juan

Los argentinos Lucas Terraza (23) y Milagros Gutiérrez (21) contaron sobre la terrible experiencia que vivieron tras pasar dos meses esclavizados en un frigorífico de Polonia, a donde viajaron en búsqueda de un futuro mejor. Los jóvenes describieron el lugar como un infierno y revelaron que fueron testigos de hechos de violencia extrema.

Todo ocurrió entre febrero y abril de 2024, después de que, al igual que otros argentinos, respondieron a una oferta laboral para trabajar en un frigorífico porcino, donde se les prometía sueldo en dólares, casa y oportunidades de crecimiento.

Según relataron al medio Infobae, la odisea comenzó a principios del año pasado cuando la pareja contactó a una agencia de trabajo en Buenos Aires, cuyo dato obtuvieron por una amiga que ya había tenido una experiencia laboral en Europa en 2023.

Entusiasmados, Lucas y Milagros cumplieron con todos los requisitos exigidos para aplicar al puesto. “Yo le pasé todo y en febrero del 2024, con mi pareja, nos fuimos a Polonia, a una ciudad que se llama Srem, también a un frigorífico de cerdos. Nos habían prometido casa para parejas, compartida, pero para parejas nada más”, relató Lucas.

Al llegar a Polonia, el panorama fue desolador. La vivienda asignada no era para parejas, sino que se asemejaba a un “conventillo” donde convivían 52 personas de diversas nacionalidades, incluyendo familias, adultos mayores y niños.

La infraestructura era precaria, con solo dos baños y una cocina para todos, lo que generaba un ambiente insalubre y caótico. Además de ellos, había otros cinco argentinos compartiendo esta difícil situación.

Las condiciones laborales tampoco cumplieron con lo prometido. Si bien les pagaban entre 600 y 800 dólares mensuales, dependiendo de las horas extras, trabajaban de lunes a sábado entre nueve y diez horas diarias.

A pesar de que no les retuvieron el pasaporte, su libertad para marcharse estaba restringida, ya que debían abonar una suma de dinero extra al frigorífico para poder renunciar, configurando una suerte de secuestro laboral.

“Nosotros nos fuimos con el viaje financiado y vos, si te querías ir, tenías que pagar todo. Si no, no te dejaban ir. El trabajo era muy duro”, explicó Lucas.

La violenta convivencia

Pero lo más impactante para Lucas y Milagros fue el nivel de violencia tanto de los compañeros de vivienda como de los superiores en el frigorífico.

Lucas recordó el duro trabajo de cortar cerdos, sumado al maltrato y las amenazas constantes de sus jefes. “Como nosotros veíamos los problemas, yo hablaba con la gente del trabajo de que me quería ir de la casa. Entonces el encargado de la vivienda me amenazó. Me dijo que si yo volvía a hablar, nos iba a ir mal a mí y a mi novia”, contó.

La convivencia en la casa era tensa debido a la diversidad de nacionalidades, incluyendo personas de Colombia, Georgia, Moldavia y Rusia.

La barrera del idioma se intentaba superar con el traductor de Google. La situación se tornó insostenible, especialmente tras presenciar violentas peleas con cuchillos entre los inquilinos.

“En último tiempo llegamos a ver que se apuñalaban en frente nuestros compañeros. En la casa había mucha gente que venía de la guerra. Muchos que estuvieron en Afganistán, en Pakistán, en la guerra de Georgia y venían Polonia a buscar refugio. Era muy violento”, recordó Lucas.

Cómo salieron de ese “infierno”

La decisión de escapar era inevitable. Con la ayuda de un grupo de colombianos, lograron reunir unos 2.500 euros para pagar la penalización por irse.

“Con cinco colombianos decidimos irnos. Tuve que pedirle plata prestada a ellos para que pudiera terminar de pagar el pasaje.

O sea, la plata esa, más lo que me descontaron del sueldo, así ellos me firmaban los papeles para poder irme. Porque si ellos no firman los papeles, vos no podés hacer nada. Quedás como desamparado”, reveló.

Sin embargo, la odisea no terminó ahí. La pareja contactó a otra empresa, esta vez de origen colombiano, que les ofreció trabajo en otra provincia. Pagaron otros 200 euros para los trámites de un nuevo empleo fabricando muebles, con una promesa similar de casa, trabajo y sueldo en euros.

Pero fueron nuevamente víctimas de una estafa. “Nosotros estábamos en el centro de Polonia y nos mandaron al norte. Cuando llegamos, nos instalamos en la casa. Era viernes. El lunes a la mañana entró una señora rusa pidiendo el pasaporte y cuando le entregamos los pasaportes nos dijo ‘no, ustedes no están acá‘. Y ahí quedamos, en la calle sin plata. Nos habían estafado”, relató.

Durante los días siguientes, buscaron ayuda en el Consulado argentino y en una oficina de la ONU para intentar conseguir pasajes de vuelta a Argentina, pero no obtuvieron respuesta.

Se vieron obligados a dormir en una estación de tren. Finalmente, sus familiares y amigos lograron reunir el dinero necesario para su repatriación. Tras dos meses de terror, Lucas confesó haber temido no regresar nunca a Argentina.

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