En medio de la solemne ceremonia de despedida del Papa Francisco, una escena conmovedora destacó entre la multitud. Una religiosa de 81 años se aproximó al féretro del Pontífice: era Sor Geneviève Jeanningros, de 81 años, sobrina de Léonie Duquet, una de las monjas secuestradas durante la última dictadura argentina por Alfredo Astiz.
“Quedó inmóvil durante largos minutos mirando con tristeza al cuerpo del Papa, sin que a ninguno de los gendarmes o guardias suizos se le ocurriera moverla”, cuenta en su columna en Infobae el periodista Hernán Reyes Alcaide, que cubrió 10 años de su Pontificado y fue testigo de la hazaña de la monja.
Sor Geneviève Jeanningros no formaba parte del estricto protocolo que permitía solo a cardenales y obispos acercarse al ataúd, detalla EFE, pero la monja rompió el orden establecido para rendir su último tributo al Papa. Con su mochila verde sobre los hombros, se detuvo a un lado, se inclinó en oración y permaneció allí durante varios minutos, en silencio y con las lágrimas corriendo por su rostro.
Nadie se animó interrumpirla, ese momento era tan genuino como profundo.