"Sentimos miedo cuando veíamos pasar heladeras, mercadería... Fue terrible lo que pasó". Leandro Espejo, el sanjuanino surgido de la cantera de Peñarol, no sale de su asombro. A una semana de la peor tragedia que sufrió Bahía Blanca en su historia, el sanjuanino revive aquellos días en su departamento, sin luz y sin agua, comiendo lo que había en su alacena. Si bien la creciente no lo alcanzó -vive en el 5to piso de un edificio ubicado en el centro de la ciudad-, vivió de cerca las inundaciones. De hecho su vehículo, que se encontraba en la cochera del complejo, estaba prácticamente bajo el agua. "La corriente te llevaba", cuenta.
El futbolista chimbero juega en Olimpo de Bahía Blanca desde junio de 2024. No está solo, porque lo acompaña Gastón Vega, ex San Martín, quien también se sumó a la institución el año pasado. Ambos estaban en plena pretemporada de cara al inicio del Torneo Federal A cuando ocurrió la catástrofe en el sudoeste de la provincia de Buenos Aires. "Nos quedamos sin luz ni agua durante seis días, pero nos las arreglamos. Cocinábamos lo que teníamos en la alacena y nos traían agua compañeros que sí tenían luz. Nos prestaron casas para quedarnos, porque no podíamos salir, no podíamos hacer nada", explica Espejo.
A lo largo de esos días de encierro, los futbolistas vivieron una especie de rutina que, aunque ajena a la normalidad, les permitió sortear los inconvenientes. "Nosotros vivíamos del agua que nos traían los compañeros. Y con lo poco que teníamos, hacíamos lo que podíamos", continúa el sanjuanino. A pesar de que la situación era extrema, había algo que no podían dejar de hacer: ayudar.
Aunque sin poder entrenar ni participar del debut del campeonato, ya que las calles estaban cortadas y el club no estaba en condiciones, Espejo y Vega se sumaron a la tarea de descargar camiones con donaciones que llegaban a la sede de Olimpo. "Lo mínimo que podíamos hacer era eso, ayudar con lo que pudimos", asegura Espejo, quien describe cómo, a pesar de estar en una situación similar a la de los demás, ellos se sentían agradecidos por no haberlo perdido todo.
El trabajo en conjunto con los demás jugadores, quienes también estaban pasando por momentos difíciles, fue clave para empezar de nuevo. "La solidaridad de los compañeros fue impresionante. Nos ayudaban con lo que podían. Algunos nos prestaban hasta para cargar celulares o para ir a sus casas a dormir", relata. Sin embargo, no todo fue apoyo mutuo. "Lo que nos molestó fue ver cómo algunas personas aprovechaban la tragedia para robar. Nos dio mucha tristeza ver a gente que, con las calles inundadas, estaba entrando a los locales y sacando zapatillas, como si nada estuviera pasando. Es difícil entender cómo alguien puede ser tan insensible en momentos como esos", se lamentan ambos.
Afortunadamente, después de días de incertidumbre, Espejo y Vega volvieron este jueves a los entrenamientos, aunque la situación en Bahía Blanca aún no está completamente normalizada. Algunas calles siguen cortadas, y la infraestructura del club está dañada, lo que complica las actividades: "Por suerte, nosotros no estuvimos tan afectados por el agua, pero la ciudad quedó devastada. Después de varios días sin poder entrenar, finalmente volvimos a hacerlo. La situación de las calles y del club nos complicó, pero el jueves ya pudimos volver a la cancha".
En medio de la reconstrucción de la ciudad y la expectativa que hay por el inicio del Federal A, llegó la solidaridad de los clubes de fútbol. River, por ejemplo, se ofreció para disputar un amistoso a beneficio de las cientos de familias afectadas por el temporal. "El amistoso con River es una gran oportunidad, y nos ayuda a empezar a poner la cabeza en lo que va a ser la competencia. Estamos agradecidos a la gente de River, que nos ha dado una mano enorme en este tiempo difícil. No sabemos cómo será la logística, pero lo que está claro es que vamos a aprovechar la oportunidad", expresa Espejo.