Si la vida de Víctor Navarro fuera una película, tendría de todo: una infancia de casualidades, un amor eterno por la bicicleta, un golpe demoledor que casi lo deja fuera de la ruta y un regreso épico, con final abierto y promesa de nuevos capítulos. Porque lo de Navarro no es solo pedalear, es resistir, adaptarse y, cuando parece que la historia se va a cerrar, encontrar un motivo para seguir y no abandonar esa pasión que heredó de su papá Antonio. Masajista de los mejores ciclistas, confidente de muchos, corredor cuando el tiempo se lo permite y ahora, reciente campeón del Tour San José, un título que lo devolvió a la primera plana del ciclismo libre. Y quién sabe, quizás a la élite.
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Todo empezó sin querer. Su papá compró una bicicleta, pero no era para él. “Era para mi hermano, pero no quería saber nada con la bici. Yo, de intruso, me subí, me gustó, y ahí empecé a incursionar con el ciclismo a mis 7 años”, recuerda. Desde entonces, nunca más se bajó. Hubo pausas obligadas, claro. La vida le exigió acomodarse, formar una familia, asumir responsabilidades.
Víctor es masajista de los mejores ciclistas de San Juan. Acompañó a equipos locales e internacionales. Una profesión que es compartida en su familia. Antonio José Navarro, su papá, es masoterapeuta del plantel de vóleibol de UPCN y su hermano Lucas, es desde hace 15 años el masajista del plantel de San Martín.
Pero el ciclismo siempre estuvo ahí, esperándolo. No pudo asentarse como profesional, en una época donde los equipos eran pequeños y los contratos escasos, pero se afianzó en el circuito libre, donde con menos entrenamiento igual podía competir: "No había equipos tan numerosos como para pagarles, como sucede ahora. Eran equipos más chicos y se les pagaba lo básico de la carrera. No tuve la oportunidad de estar en un equipo elite, corrí poquitas carreras, pero siempre estuve con los libres, porque con poco tiempo de entrenamiento podía competir en carreras más cortas”.
Con los años, ese ciclismo libre se convirtió en un fenómeno gigante. Lo que antes eran carreras entre pocos, hoy son competencias multitudinarios con cientos de corredores. “Recuerdo que cuando corrí mi primera carrera, éramos un puñadito de gente. Hoy en día te pones a ver el Tour del Sol, la Vuelta de San Juan Máster o el Tour San José y son sucesos tremendos, que traen entre 300 y 600 ciclistas a competir. El Tour San José fue creciendo año a año y ahora es una de las tres grandes del ciclismo amateur en San Juan”, dice.
Y lo sabe bien, porque este año lo ganó, aunque no estaba en sus planes. Llegó para ayudar a su equipo y terminó con los brazos en alto: "La Vuelta de San Juan es la Vuelta de San Juan y nada la supera, pero el Tour San José es un Giro del Sol con más pasión. La gente lo vive con mucha calidez, es muy fanática y te da mucho cariño. Te sentís profesional por un rato, lo disfrutás de otra manera. Por eso esta carrera fue especial, porque la gente me hizo vivir y me hizo sentir que todo lo que había hecho a lo largo del año para el objetivo había valido la pena, así que le agradezco a todos".
Pero para llegar hasta ahí, primero tuvo que volver a encontrarse a sí mismo. La muerte de Nicolás Naranjo fue un quiebre total. Su amigo, su compañero de entrenamientos, viajes y masajes se fue de manera inesperada, y con él, la motivación de Navarro. “Fue un duelo que nunca pude superar y que sigo trabajando en terapia. No sentí motivación porque faltaba algo en esa rueda”. La bici, de repente, no tenía el mismo sentido. Fue un proceso largo hasta que entendió que había que cambiar el enfoque. Empezó a nadar, a correr, y con ayuda de un psicólogo, a despejar la mente. Y cuando quiso acordar, la pasión estaba de vuelta.
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Su recuerdo con Nico Naranjo.
Así llegó a la Vuelta de San Juan Máster, donde terminó tercero con su equipo, Bonomo Distribuciones. Y después, casi sin querer, al Tour San José. “Sabía que estaba en óptimas condiciones físicas, pero fui a completar un equipo para dar una mano. Y bueno, esto se escarriló para el lado contrario”. Se encontró peleando la general y, en el último día, cuando todo parecía complicarse, su equipo lo sostuvo. “La pasé pésimo, sufrí toda la carrera, por momentos perdí la general, pero el equipo se puso entero a disposición mía. Y yo me había sumado hace tres días…”.
El festejo en Jáchal fue inolvidable. “Me hicieron vivir el día más feliz de mi vida deportiva. Todo el mundo me abrazaba, me pedía un recuerdito, me hicieron sentir que todo el esfuerzo había valido la pena”. Y en medio de la euforia, llegaron las bromas. Sus compañeros lo empiezan a ver para dar el salto. “Nos jodemos mutuamente. Ahora me dicen que yo estoy para correr en elite…”.
Embed - La historia de superación detrás del ganador del Tour de San José
A sus 39 años, Navarro vive un presente soñado. Masajista de los mejores, amigo de todos, ciclista de alma y campeón inesperado. La película sigue en marcha, con más kilómetros por recorrer.