Lugares históricos si los hay es el Molino de Huaco, cuyos inicios nos remontan a 1775. Desde entonces es un lugar con mucho valor no solo para los habitantes del pueblo jachallero, sino para el departamento, la provincia e incluso el país, ya que es un Monumento Histórico Nacional. Pese a su valor y significado, el paso del tiempo ha ido provocando estragos en su estructura añeja y las lluvias del fin de semana pasado generaron mayores daños en el edifico.
El viejo molino, ubicado sobre la Ruta 40, está bajo los cuidados de Arsenia Castro viuda de Dojorti. “Yo vivo acá, soy nacida y criada en Huaco. Tuve la suerte de casarme con un Dojorti y aquí estamos”, dice la mujer que se mantiene erguida a un lado de las entradas del edificio que se repone de lo que fue la lluvia y la creciente que rodeó la estructura el pasado sábado 8 de marzo.
A simple vista se pueden ver los daños que provocó la cantidad de agua que cayó ese fin de semana. Arsenia aclara que las paredes de adobe desde hace un tiempo están desgastadas por la erosión del tiempo, pero por primera vez desde que ella está en el molino, es decir, desde 1968, el techo presentó filtraciones. “Ustedes mismos lo pueden ver, están todas las paredes llovidas. Yo solo rogaba porque no se cayera, porque era muchísima el agua que caía ese día, lo de nunca”, señala.
Y continúa con preocupación mientras recorremos el interior del viejo molino: “Yo no sé qué hacer, si cerrar las puertas o no, porque se está cayendo todo, revoques, cornisa, ahora ha goteado todo acá adentro, el techo está roto. Yo decía "Si sigue lloviendo se va a venir abajo la pared". Usted ha visto cómo está filtrado todo por dentro, porque la cornisa está rota. No sé a quien hay que pedirle ayuda, habrá que esperar”.
De acuerdo a lo que señala la página de Argentina.gob.ar, cuando un edificio es declarado Monumento Histórico Nacional, como es el caso del Molino de Huaco, se debe convocar a la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos. Ellos son quienes evalúan el estado, estiman el costo de las refacciones necesarias, consideran los recursos y se propone un proyecto de recuperación patrimonial entre otros aspectos. Para poder llegar a ese punto debe haber una intervención provincial que dé aviso sobre el estado del edificio, que de continuar con los daños estructurales en algún momento representará un riesgo mayor y deberá cerrar sus puertas a los visitantes.
Arsenia explica con tristeza que para ella sería muy doloroso que bajo su cuidado se cierre el molino. “A mi me gusta que la gente venga. Imagínese que acá no se le cobra a nadie, es a voluntad, pero es lindo que la gente venga, conozca la historia de los Dojorti, de Buenaventura Luna y de Huaco”, comenta.
Por su parte, desde Patrimonio de la provincia solo indicaron a este medio ante la consulta realizada días posteriores a la lluvia que lo primordial era enfocar los recursos en las familias que se habían visto afectadas por la creciente, ya que muchas de ellas perdieron bienes materiales y hasta sus casas. Pero no descartaron relevar los daños del viejo molino, que lucha por sostenerse de pie.
Sus estructuras de adobe guardan en cada grieta años de historia. Recuerdan la época del oro del molino, donde la harina que producía se distribuía por todo el país. El “molino de piedra”, como también se le conoce, fue un gran motor económico para el departamento hasta que dejó de funcionar en 1958.
Pese a su desuso, se volvió popular de la mano del poeta huaqueño Buenaventura Luna. “Si le prestan atención a Vallecito de Huaco, ahí cuenta toda la historia del molino”, dice orgullosa Arsenia, quien coloca sus manos sobre una de las paredes del edificio cual caricia de madre que cuida celosamente su tesoro y sobre el cual se lamenta cada vez que detecta un daño nuevo.
“Mientras yo viva acá esto se va a cuidar muchísimo. He cumplido 82 años amparando este molino. Todos mis hijos son nacidos del molino. Espero que no siga lloviendo, porque si no, no sé que va a pasar”, finaliza la guardiana del Molino de Huaco.
Embed - Molino de Huaco, la reliquia que lucha por no convertirse en escombros y quedar en el olvido